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LA LIBRERÍA

La historia jamás contada de la legendaria Bodega Valero

VALÈNCIA. Se ha escrito tanto acerca de lo inherentes al ser humano que son los bares que uno se lo piensa dos veces cuando tiene que aportar algo en este sentido: no obstante, precisamente por lo esenciales que son estos establecimientos, a veces no queda otra que arremangarse y dedicarle unas palabras a los que definieron o definen parte de nuestra vida. En el caso del que escribe, han sido varios los negocios de la hostelería que han protagonizado, o mejor, auspiciado, las etapas más significativas de esa historia que es ser uno mismo. Pongamos que se nace en un barrio como Campanar: con su huerta y el pueblo, el barrio es un territorio periférico y muy tranquilo. Uno ama este distrito si ha nacido y sido adolescente en él, pero sucede que comienza una carrera, supongamos Periodismo, y por causa de las amistades, acaba llegándose un poco más allá: cruzando el río desde Nuevo Centro y girando el volante la derecha después para aparcar en lo que era una zona vibrante, Juan Llorens, antes de que fuese sofocada por un acrónimo de tres letras, la zona ZAS. En aquel tiempo legendario, calles como Palleter o Calixto III eran la tierra prometida. Cuando se habita durante dos décadas coordenadas tan laterales como las que se extienden desde el cauce del exrío hasta las salidas rumbo a poblaciones como Paterna, Burjassot o Benimàmet, un tramo breve de la Gran Vía puede llegar a ser un mundo aparte. Allí respiran, de pronto, locales que hacen que uno se sienta Hunter S. Thompson. Hablamos de little Argentinas como el Tango y Truco, y desde una perspectiva más patria, más punky y más local, la legendaria Bodega Valero. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. De lo que sea

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