VALÈNCIA. Son las nueve de la mañana y estamos en el barrio de La Punta. La nave industrial donde nos han citado pertenece a una empresa de puertas que en la ficción se transformará en la fábrica de sobrecitos de azúcar en la que Tristán, protagonista de Lo carga el diablo, trabaja escribiendo frases inspiradoras para alegrar el café a los clientes de los bares populares. El rodaje se detendrá durante varios días en este espacio, cuyos interiores servirán también como plató para recrear un despacho, la sala de visitas de una cárcel, una comisaría y los baños setenteros de un bar de carretera.
El primer largometraje de Guillermo Polo es una road movie ibérica con múltiples localizaciones, coches viejos y un montón de personajes secundarios (incluidos perros y niños). “Efectivamente, he hecho todo lo que Hitchcock dijo que no se debía hacer en una primera película”, comenta entre risas el director valenciano, con el que hablamos mientras el equipo de maquillaje prepara a Antonia San Juan (Todo sobre mi madre, El hoyo), Manuel de Blas (La noche más oscura, Los fantasmas de Goya, Cuéntame qué te pasó, El Internado) y Pablo Molinero (La peste) para rodar la primera escena de la jornada. El resto del reparto, a los que hoy no les toca rodar, incluye otros nombres conocidos como Mero González (Lo dejo cuando quiera, Valeria), Isak Férriz (Gigantes), Pino Montesdeoca (Sky Rojo) y Itziar Castro (Vis a vis).
Guillermo y su hermano Javi Polo vuelven a repetir como productores, si bien se cambian las tornas en la dirección con respecto a su anterior largometraje, la pieza de docuficción The Mystery of Pink Flamingos. Japonica Films, Volcano International Productions y Batiak Films completan la producción, que cuenta con el apoyo de ÀPunt Media, el Institut Valencià de Cultura y el Gobierno de Canarias.
La película trata sobre un escritor frustrado cuya rutinaria vida cambia el día que acepta, bajo misteriosas circunstancias, transportar el cuerpo congelado de su conflictivo hermano Simón -personaje interpretado por Isak Férriz (Gigantes), desde Asturias hasta Benidorm para cumplir su última voluntad: ser enterrado en la casa donde ambos crecieron. A lo largo de este trayecto -en el que Férriz le acompaña metamorfoseado en un “fantasma noventero azulado”-, el protagonista se verá envuelto en situaciones bizarras en las que tendrá que lidiar con personajes muy excéntricos. El humor surgirá del contraste entre el surrealismo del contexto y la personalidad conformista de Tristán.