VALÈNCIA. En los últimos años, la escena española está sondeando una de nuestras obras literarias capitales sin los corsés que en el pasado se han ajustado por respeto a los clásicos. Los autores contemporáneos se han medido con la complejidad de La Celestina tanteando lecturas y representaciones alternativas de este pilar de la novela moderna.
Ron Lalá se propuso erradicar la visión sórdida, taimada y viciosa de la Tragicomedia de Calisto y Melibea en un monólogo protagonizado por Charo López y ambientado en un monasterio de clausura, Ojos de agua.
José Luis Gómez se ponía en la piel de la alcahueta en una adaptación en la que la creación de Fernando de Rojas calzaba zapatos ortopédicos y lucía barba. “Al ser varón puede parecer una osadía o una excreción de mi ego, pero no ha sido ni lo uno ni lo otro, el personaje me ha atraído de una manera irresistible desde siempre. He conocido muchas celestinas en el Sur, incontables astrólogas, gitanas, correveidiles que estaban habitando mi memoria y la intuición era tan potente que me dije: “Voy a hacer Celestina”, así se justificaba el veterano actor y director, miembro de la Real Academia de la Lengua y Premio Nacional de Teatro.
El último en atreverse con la mítica tejedora de burlas, amoríos y engaños ha sido Jaume Policarpo, que entre el 19 y el 21 de abril presenta en Carme Teatre una versión a partir de las técnicas y recursos propios de los títeres y del teatro de objetos. Este campo de pruebas le servirá para afinar el estreno que su compañía, Bambalina, estrenará en julio en el Festival de Almagro.
Una adaptación en agua fría
El director valenciano la leyó a fragmentos en el instituto, “así, de cualquier manera”, lamenta. En ese momento le pareció farragosa, difícil, pero hace unos años la retomó y se dijo que un día, cuando alcanzara la madurez y se sintiera capaz de afrontar semejante reto, la montaría. Ese día ha llegado, aunque durante el proceso, Policarpo se haya arrepentido no pocas veces de su arrojo.
“Es una obra muy complicada de representar porque se ocupa mucho del aspecto intelectual, cuando mi teatro busca más la acción, el movimiento, la emoción, la sugestión y la narrativa de las imágenes. En las conversaciones de La Celestina subyace una profundidad humanística que se aborda a través de un lenguaje complejo y eso dificulta la adaptación, aunque no la hace imposible”, concluye el director.
La experiencia le acompañaba. En el pasado, Bambalina ha subido a los escenarios versiones de títulos emblemáticos de la literatura universal como Don Quiijote, Ubú Rey, Cyrano de Bergerac y El jorobado de Nôtre Dame.
Jaume se ha lanzado a su adaptación de la manera más práctica en que uno se zambulle en una piscina de agua fría, sin entrar poco a poco, sino de cabeza. Y lo ha hecho, reconoce, con feliz inconsciencia, fidedigno al original de 600 páginas.
No son dos, que son 10
Su propósito ha sido penetrar en las entrañas de la principal representación de las letras castellanas del siglo XV desde la vivencia y el sentimiento, “rebasando así la perspectiva más distanciada e intelectual que emana de la lectura de la obra”.
Eso no quiere decir que haya renunciado al lenguaje elaborado y poético de La Celestina. De hecho, afirma que ha mantenido la poesía y el gusto por la composición de Fernando de Rojas, pero sirviéndose de la síntesis y de un vocabulario más asequible.