ALICANTE. Princesa en su palacio, así representamos a Lola Blasco, la dramaturga alicantina de más éxito. Tras ganar el premio Nacional de Literatura Dramática en 2016 con Siglo mío, bestia mía, este año ve impulsada su carrera en Francia, donde ha estrenado montaje y traducción de nuevas obras, y en España, donde ha retomado su carrera como actriz en el Español de Madrid y ganado el premio de la Crítica Valenciana por En defensa y Fuegos.
Es en el país galo donde ha ido encontrando mucho apoyo a sus propuestas escénicas. Allí estuvo dirigiendo el pasado abril en Le Panta Théâtre la versión francesa de Canícula, en la que era su primera experiencia con un equipo extranjero. Este julio ha ampliado su presencia en el festival de Aviñón como ponente en un encuentro sobre la nueva dramaturgia europea, una cita que repitió tras la exhibición de ese montaje.
Un ejemplo de ese trabajo novedoso por el que la destacan los especialistas en Europa sería Música y Mal, el montaje que ha presentado este junio en el madrileño Pavón Teatro Kamikaze. Es un concierto en el que une los conceptos del título y que «partía de una frase conocida de George Steiner, en la que se venía a decir que uno puede levantarse por la mañana escuchar a Schubert e ir por la tarde a trabajar a Auschwitz». Con esa cita el autor quería denunciar como en una de las naciones más educadas, «la de la Alemania nazi, en la que todo el mundo sabía de música, tenía una cultura exquisita y, sin embargo, se produjo el mayor de los horrores». A partir de esa reflexión «y otras surgidas del libro El ruido eterno, hemos planteado un concierto donde nos detenemos en las anécdotas históricas que podían empañar esa idea de bien y belleza que tenemos asociada a la música porque no siempre fue así».
Lea Plaza al completo en su dispositivo iOS o Android con nuestra app
Ejemplo conocido de ello es Wagner, señala, «era muy celoso de un compositor judío de la época y se dice que, cuando saca la cuestión judía en un momento tan sensible, hasta qué punto una autoridad como lo es no influye en el antisemitismo que vendrá después. Y a la vez es capaz de escribir obras tan maravillosas como Tristán e Isolda».
De Alemania saca también otro de los ejemplos que ha manejado para este trabajo, esta vez en una de las etapas más oscuras, la Segunda Guerra Mundial. Dietrich Fischer-Dieskau, a quien compara con la soprano Maria Callas por su fama y calidad, «fue nazi y estuvo combatiendo con las tropas en Italia. Luego siguió trabajando como cantante famoso por toda Europa. Y es uno de los que mejor canta La muerte y la doncella de Schubert». Con historias como esta ha construido una pieza que relaciona a compositores, músicos y cantantes con la idea del mal. El pianista y realizador Alexis Delgado Burdalo ha sido el encargado de interpretar las composiciones, casi todas del repertorio romántico, con las que Blasco nos guía por «este viaje a los infiernos de la música para todos los que tenemos el mal de la música dentro».