ALICANTE. Cuesta de creer que las más de 2.000 personas que abarrotaban este domingo de Resurrección el pabellón Pitiu Rochel de Alicante, y los centenares que se quedaron fuera (una hora antes del inicio del mitin, la cola ya daba la vuelta al pabellón), sean, como se presupone a los votantes de la formación verde, personas de extrema derecha. Jóvenes (muchos y, sobre todo, muchas), familias tradicionales con los dos niños vestidos de domingo, matrimonios de pensionistas... y hasta el rastafari que se encargaba de los micrófonos del atril.
Más bien se antojaban votantes de clase media y media-alta (empresarios, autónomos y profesionales liberales, estudiantes y pensionistas) desencantados de la política, que se sienten estafados porque en las negociaciones del Congreso de los Diputados quienes sacan tajada siempre son los grupos nacionalistas catalanes y vascos (y hasta los canarios), enfadados porque consideran que el PP no ha sido lo suficientemente expeditivo ante la crisis catalana, y a los que el discurso altisonante de Pablo Casado no termina de convencer, aunque intente recordarles a Aznar. Tengan motivo o no para sentirse así, son parte de 'la España humillada', como la definió Santiago Abascal, y Vox ha sabido conectar perfectamente con ese sentimiento.
Porque en el mitin de esta Pascua de Resurrección, en realidad, hubo poca propuesta programática. Nadie sabe qué haría Abascal se sentarse a la cabecera de la mesa en el Consejo de Ministros, más allá de aplicar un 155 permanente y derogar la Ley Integral de Violencia de Género. Ni falta que hacía. Cada dos palabras, un 'presidente, presidente'. Cada pausa para tomar aliento, un 'viva España' y banderas al viento... "Vox es un movimiento social y cultural", dijo. No, Vox es un sentimiento, y la figura de Abascal tiene algo de mesiánica (lágrimas y chillidos histéricos cuando se acerca a la barandilla de las gradas para estrechar manos), como lo tuvo la de Pablo Iglesias y su Podemos hace cinco años, pero en el extremo contrario.
Porque para no decir apenas nada, hay que admitir que lo dice muy bien. Los 2.000 asistentes que decidieron pasar el domingo en Alicante (muchos, muchos, venidos de otras poblaciones de la provincia) salieron del pabellón con un chute de patriotismo en vena, que es lo que al final resume el mensaje de Vox. Tengan razones para ello o no, los simpatizantes de la formación de Abascal se sienten estafados por el sistema, y Vox les promete dar la vuelta a esa situación. "Estamos aquí por España", una y otra vez. La "gente normal" contra las "minorías privilegiadas". Las provincias "leales" contra los "traidores" que siempre obtienen recompensa.
Abascal bajó poco al terreno. ¿Qué propone para Alicante? Básicamente, además de combatir el agravio comparativo con las autonomías donde los nacionalistas son mayoritarios, y enfrentarse a la "imposición" de las "lenguas regionales" que, dijo, "amamos", un nuevo Plan Hidrológico Nacional. Algo que nadie se ha atrevido a proponer esta campaña, por cierto. Un tema sobre el que todos pasan de puntillas (salvo Compromís), y en el que solo Podemos 'se moja' para admitir que los trasvases tienen que ir terminándose. Abascal propone lo contrario. Quizá porque su cabeza de lista al Congreso por Alicante, Manuel Mestre, es de Orihuela, y sabe lo que se valora el agua en el sur del sur. "A partir del 28-A por fin habrá un discurso nacional del agua con un nuevo PHN que no puede parar nadie".
Las cuestiones domésticas quedaron para los candidatos al Congreso y a Les Corts, la cámara autonómica que Vox, que no cree en el estado de las autonomías, quiere eliminar. Mestre defendió con firmeza la necesidad de un nuevo pacto nacional del agua, una promesa fácil de vender en Alicante pero que no ha dado votos a los dos grandes partidos desde 2004 (quizá porque ambos han defraudado en el Gobierno las promesas que hicieron en la oposición). En cuanto a Ana Vega, la candidata autonómica, se despachó contra À Punt ("la cerraremos"), el plurilingüismo, el requisito lingüístico y las ayudas públicas a Acció Cultural del País Valencià (ACPV) y sus satélites.
Las promesas de Mestre y Vega llegan probablemente unos años tarde, porque el voto 'blavero' apenas tiene incidencia en la Comunitat Valenciana (Compromís, además, ha modulado mucho su componente identitario tras 'pisar moqueta'), y porque hasta los más acérrimos defensores del trasvase del Ebro admiten que las desaladoras que no querían están cumpliendo su función, aunque sea a un coste económico mayor del deseable. Pero aún así, fueron bien recibidas por el público, que coreó sus breves intervenciones como teloneros de Abascal.
El líder nacional de Vox se apunta de momento (parece difícil que Unidas Podemos, con Alberto Garzón, si es que al final consigue intervenir en Alicante, se lo quite) el récord de asistencia a un mitin en Alicante en esta campaña electoral. Y si las sensaciones de este fin de semana se trasladan a las urnas, ojo al resultado final de la formación verde, que se muestra convencida de adelantar a la "derechita cobarde". Igual no es una bravuconada.