Arranca una nueva entrega de comer en sitios liminales. La ITV, el AVE, Nuevo Centro u otros lugares de la geografía del cap i casal que podrían aparecer en las investigaciones del antropólogo Víctor Turner, quien le pilló el concepto de ‘liminalidad’ a Arnold Van Gennep, autor de Ritos de paso.
Lo de ‘leonina’ de la entradilla comparte origen con el término empleado para señalar unas cláusulas en las que una de las partes sale más beneficiada que el resto: contrato leonino, condiciones leoninas, etc. El origen de emplear el término ‘leonino’, para señalar el trato abusivo lo encontramos en una de las fábulas de Esopo titulada La parte del león. En ella cuenta cómo un león se asoció junto a otros tres animales (una vaca, una cabra y una oveja) para cazar un ciervo. Cuando llegó el momento de repartir la presa, el león se quedó con las cuatro partes del animal, contestando a las quejas de sus socios que le correspondía la primera parte por el mero hecho de ser el león, la segunda por ser el más fuerte de todos, la tercera porque se lo merecía más que los demás y la cuarta y última porque le venía en gana.
(Supongo que la fábula se desarrolla en el BioParc, porque el león viviendo en el mismo espacio que el ciervo me suena a fallo de raccord).
Quiero creer que la justicia se activa en estas situaciones, y quienes viven en ella, de ella o para ella, no tienen que asesinar con sus garras para comer, aunque la cafetería de la Ciudad de la Justicia fuera clausurada a principios de este año para dar cabida a las juntas electorales y las oficinas de atención a las víctimas.
(Otro espacio liminal: la concesión para el uso privativo de bienes de dominio público. O sea, las cafeterías en dependencias públicas).
Les Arts, Beirut, la Alquería del Pou o el JM son los restaurantes en el top of mind del equipo hedonista con causas pendientes. “Yo a la Alquería del Pou pero una vez su señoría me hubiese absuelto”, específica Paula Pons. En mi caso, si la vista concluyera a tiempo y coincidiera con el día en el que en el Bar Cristóbal hay all i pebre, correría a este bar de La Punta a que Juani, Rosa, Alfonso me sentaran en una mesa cercana a la de los jueces que acuden con cierta regularidad al local.
(No tengo ningún interés en especial en sentarme cerca de los jueces. Me imagino un grupo de señores al borde de la jubilación que pueden mancharse con salsa impunemente porque después se ponen la toga).