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Un recorrido por Mercader, donde el Cabañal se pone guapo

  • Jorge Gil

Por fuera parece una nave más de las muchas que quedan de la Valencia industrial, algunas recuperadas, otras desgraciadamente abandonadas. Paredes de caravista, vigas de madera, y la sensación de que dentro escucharás el chirriar de máquinas y poleas. Ahora no hace falta ser un experto para intuir a simple vista que allí hay muchísimo trabajo, con el fin de convertir la antigua fábrica en un enclave especial. “Mucha gente pasaba por delante de la tonelería imaginando cómo sería recuperarla y hacer algo aquí, de hecho las primeras fotos del interior las hicimos hace seis años” afirma Hugo Sánchez Cerverón, uno de los principales responsables de Mercader junto a José Miralles. Son muchos años, porque es un proyecto complejo arquitectónicamente, conceptualmente y sobre todo, había que respetar dos conceptos “barrio y tradición”. Y a simple vista es evidente que todo se ha construido desde el respeto a los elementos arquitectónicos y al pasado industrial y cabañalero del espacio.

Una vez cruzas la puerta principal de madera y herrajes desgastados encuentras justo a la derecha, en la antigua oficina principal de la Tonelería Soler, un Ultramarinos. Es seguramente el espacio mejor conservado de la antigua empresa y allí Paco Guillén -antes en Paraíso Travel- ha preparado aperitivos, vinos “de pequeños bodegueros”, latitas y espumosos. “Quien quiera un champagne para acompañar las ostras aquí lo encontrará, pero tendremos referencias de todo tipo de precios”. Unos antiguos libros de cuentas rescatados de la oficina decoran las estanterías, no falta detalle.

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