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el callejero

Paloma, la monja budista de València

  • Foto: KIKE TABERNER

VALÈNCIA. Paloma Alba es reacia a las entrevistas. Dice que le asusta eso de contar su vida. Pero luego coge una recia silla de madera, se sienta sobre sus piernas cruzadas y se pone a relatar su vida durante casi una hora. De las dudas que le generaba el cristianismo, su inmersión en el budismo y su ordenación como monja budista hace 35 años. Nos recibe en el Centro Nagarjuna, en Monteolivete, una primera planta llena de estímulos gracias a la colorida iconografía budista. Sobre una mesa, como si fuera otra imagen más, reposan, de pie, unos pocos ejemplares de un libro titulado El mundo físico. Ciencia y filosofía en los clásicos budistas indios, una traducción del tibetano al español que han hecho en el centro, un ímprobo trabajo de tres años que ahora va a continuar con el segundo de los cuatro volúmenes con los que el Dalai Lama ha querido mostrarle a Occidente que su religión es mucho más que meditación y colorines.

Paloma porta un modesto hábito color granate. Un vestido concebido para borrar cualquier atisbo de vanidad. Una monja budista no puede ser presumida y por eso, además, lleva el pelo muy corto con el tono cano propio de sus 67 años. Su condición toma estos y otros votos que giran fundamentalmente sobre no hacer el mal.

La monja nació en una familia española tradicional: católica y no especialmente devota. Eran seis hermanos que vivían de lo que ganaba su padre con un cargo de responsabilidad en Tabacalera. Ella estudió en las Teresianas, que antes de mudarse al Vedat tenían el colegio en la calle Jorge Juan, en el centro de València. En sus últimos años como escolar, con 15 o 16, le gustaba escuchar misa antes de entrar en clase. Paloma siempre fue una persona muy espiritual, pero también muy racional. Cuando iba al confesionario, lo hacía, más que por contar sus pecados, por trasladarle al sacerdote todas las preguntas que le sugería su religión. "Pero todo era dogma de fe y a mí eso no me convencía. Lo intentaba, pero con gran dolor de mi corazón no conseguía creer", recuerda de su adolescencia. 

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