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i aniversario del parque central: éxitos y deberes

El sueño de un parque, un año después

VALÈNCIA. Es un modo de estar fuera y a la vez estar en casa. Urbanismo y paisajismo entregados en uno a la causa humana del estar, del respirar, del oler, y del ver. Del compartir, del jugar, del reflexionar. Una suerte de jardín privado, recogido, entre una malla de asfalto y ladrillo. Un lugar donde aprender, enamorarse, e incluso envejecer como en casa. Al menos eso es lo que soñó la creadora del Parque Central de València, la paisajista norteamericana Kathryn Gustafson. Hace más de siete años que presentó su proyecto al concurso de ideas internacional organizado por el Ayuntamiento de València, cuando todavía gobernaba Rita Barberà. En 2018, ya con Joan Ribó de alcalde y el edil Vicent Sarrià al frente de la concejalía de Urbanismo, se materializó la primera fase, entre la calle Filipinas y la avenida Peris i Valero. Pasados doce meses, es momento de hacer balance, recorrer el parque urbano y analizar sus éxitos y los deberes que faltan por hacer.

Hoy, un año después de aquello, el viento azota con fuerza los casi 1.100 árboles que salpican el espacio. Algo que no es rémora para los más jóvenes: a primera hora de la mañana, dos críos ya revolotean en la entrada. Varias naves industriales dan la bienvenida, y un estanque acompaña al visitante con un riachuelo de dos hilillos hasta el otro lado del parque. El agua es una constante. Los chiquillos se posan en los montículos que sobresalen entre los meandros. Se acuclillan, con los cabellos libremente desordenados por el aire, introducen sus manos en la corriente, y dan un brinco para correr joviales, siguiendo el pequeño cauce. "¡Por favor!", suplica su abuela, que anda tras ellos, a duras penas. Un joven discurre en su tabla de skate, mientras pasea correa en mano a su perro. Chapotea sobre el agua. Es un sábado cualquiera en el Parque Central.

Niño jugando durante la inauguración del Parque Central. Foto: KIKE TABERNER

Gustafson explicó a la revista de Expresión Gráfica Arquitectónica en 2017 que parques como éste constituyen el "paisaje colectivo"; se convierten en "parte de nuestro mundo" porque permiten reunir a la gente, socializarla, aumentar la comunicación entre las personas. "El parque urbano nos permite apartarnos temporalmente de la ciudad", sentenciaba la paisajista. No hace falta más que un pequeño paseo por sus entrañas para comprobarlo.

A un lado del riachuelo, se encuentra uno con el Parque de las flores: un laberinto conducido por arbustos que ofrece varias acogedoras estancias e íntimos bancos. Sobre el mar de hojas, se erigen elegantes cipreses y se adivina alguna que otra pareja aprovechando el recogimiento de las sendas estrechas. Una familia ha colgado entre dos árboles una hilera de globos de colores -Dios sabe como aguantan las embestidas del viento-. Celebran el cumpleaños de algún jovencillo con abundante desayuno sobre una de las mesas de madera. El verde aquí es regla, les rodea por doquier.

Foto: KIKE TABERNER.

El balance de este año es "muy positivo" para el concejal de Jardinería y Limpieza, Sergi Campillo, pero hay que ir a mejor de ahora en adelante. Durante este ejercicio, el mantenimiento ha sido tarea de la UTE constructora, pero a partir de ahora asumirá esta función el Organismo Autónomo Municipal de Parques y Jardines que Campillo preside. Uno de los problemas que ha detectado el ente es que, de las 69 especies de árboles y las 325 de plantas, "algunas variedades no se han podido adaptar a nuestro clima".

"Esto no es una obra de infraestructura dura, sino que hablamos de vida y de especies vegetales", dice el concejal, "y aunque hagas un estudio previo, no todas las especies acaban yendo todo lo bien que se había previsto". Es por ello que conforme se vayan detectando los ejemplares afectados, se irán sustituyendo por flora autóctona, siempre respetando el proyecto original.

El consistorio ha previsto una plantilla de 15 personas para hacerse cargo diariamente del espacio: limpieza de los jardines, mantenimiento de los sistemas de agua, reparación de infraestructuras, control del riego, etcétera. En términos económicos, ocuparse de este bello mastodonte de 11 hectáreas se traducirá en una partida de 1,1 millones de euros anuales. Teniendo en cuenta que el incremento presupuestario del organismo para 2020 será de más de dos millones de euros, el Parque Central se lleva la mitad de esa subida. "En los próximos años -admite Campillo-, conforme se vaya ampliando el parque, tendremos que aumentar el presupuesto necesariamente".

Foto: KIKE TABERNER.

Al sur del pulmón, una extensa llanura de césped toma el nombre de Pradera mediterránea. Allí, un grupo de amigos tumbados sobre toallas recibe un sol enmarañado, tímido. Otros jóvenes usan la explanada como pista para entretenerse con raquetas de playa. Un anciano ve pasar la mañana apoltronado sobre su silla de ruedas y bajo una bufanda de campeonato. Ante sus ojos, dos niños juegan a la pelota. Al fondo, y entre soplo y soplo de viento, resuena el metálico ir y venir ferroviario. Quizá no lo sepan los invitados, pero la playa de vías que se intuye a sus espaldas está condenada a desaparecer. El interrogante: cuándo.

En la zona este tienen su lugar los más pequeños. Una zona de juegos infantiles y otro gran abierto rematado con un rocódromo. Un hombre saca de allí en alto a su retoño, sumido en un lloro agudo, desesperado. Cerca, una especie de mirador separa la zona de diversión del Jardín romántico. El Parque Central se revela así como un espacio emocional, de convivencia comunitaria, casi familiar. En el Jardín romántico, sin embargo, se topa uno de manera inesperada con una valla que limita la salida hacia el este.

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