Valencia Plaza

La encrucijada

La pandemia del trumpismo

VALÈNCIA. Durante las últimas semanas se han celebrado en EEUU las convenciones demócrata y republicana. Distinguir una de otra no precisaba de conocimientos de inglés. Bastaba con observar si los protagonistas utilizaban o no la mascarilla como medio de prevención ante la covid 19. Los partidarios de Joe Biden mostraban que la elección de un candidato demócrata a la presidencia de EEUU era perfectamente compatible con el respeto a la salud propia y de los demás. Los incondicionales de Donald Trump, por el contrario, hacían ostentación de su desprecio hacia las recomendaciones sanitarias, su negacionismo de todo aquello que no les agrada, su bravuconería de gomaespuma.

Aunque el momento que estamos viviendo dirige nuestra atención hacia otros asuntos más cercanos, conviene recordar que estamos a poco más de dos meses de las elecciones estadounidenses. Trump ha mostrado, desde su toma de posesión en 2017, que los peligros de nuestro tiempo han abierto una nueva frontera. Que los instrumentos democráticos no se encuentran prevenidos contra su vaciamiento y perversión ni siquiera en un sistema político tan prolongado y arraigado como el americano. Que la razón de la responsabilidad, de la convicción o de la decencia básica han encontrado en algunos un sustitutivo simple basado en el poder del dinero y el control de la comunicación como forma de acceder a la parasitación de las decisiones y los presupuestos públicos.

No parece exagerado afirmar que, en la historia de la existencia humana, jamás hemos acumulado tanta educación y cultura como ahora. Justo en estas circunstancias, se aprecia la paradójica irrupción de un bárbaro primitivismo que concede valor social a la negación de la covid 19 y del cambio climático, ignorando el valor de la evidencia científica. Que ataca los acuerdos multilaterales, asumiendo que el aislamiento constituye la principal opción de las relaciones internacionales, sin atender a su incompatibilidad con un mundo pacífico, cooperador y atento a la compartición justa de la prosperidad. Una razón primitiva de hacer y actuar que excita la polarización social y la confrontación ciudadana; que conduce al embrutecimiento de la desigualdad como patrón de organización socioeconómica y a la persistencia de la raza o la procedencia geográfica como factores de estigmatización. Una forma salvaje de vivir el día a día, con la fuerza y la intimidación como argumentos últimos.

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