Valencia Plaza

el Muro

Ni el café

  • Foto: DANIEL DUART

La primera vez que escuché hablar de la denominada caja fija pensé que era lo que se presume, una caja atornillada a alguna mesa para quedar fija. Después, la duda de mi ingenuidad fue querer conocer para qué necesitaba nuestro gobierno una caja y más aún atornillada. Y dónde estaba. Seguramente, reflexioné, para que nadie se la llevase porque debía de ser muy valiosa, con bella marquetería y anclajes nobles. Ya se sabe que una caja se abre y uno, si quiere, se lleva con alegría lo que hay dentro.  

Perdida ya la inocencia, comprendí que la denominación era un eufemismo para darnos a entender que no existía caja, ni era fija, sino que todo aquel que lo deseara gracias a su accesibilidad pudiera abrirla y soltar facturas.

La caja fija es lo que en el argot llamamos “cargar gastos”. O sea, lo que uno justifica con un ticket. En la Administración no hay problema. Siempre hay y queda.

Es de escándalo, aunque parece que ya nadie se escandaliza de nada. Si hace años media comunidad se volvió loca porque creía que un tipo filtraba los gastos exagerados o innecesarios de Presidencia de la llamada caja fija, ahora parece que todo eso continúa. Y ya era grave, por supuesto, pero creíamos alejado definitivamente de nuestras vidas.

Sin embargo, el PP denunciaba hace unos días el uso que nuestra Generalitat hace ahora de la denominada caja fija. Nada ha cambiado. Ahí que salían, según contaba el colega J. C. Ferriol en Las Provincias, gastos varios y hasta sorprendentes, Esto es, comidas, quizás necesarias y de calado protocolario, gastos importantes en el cambio de luces de despachos -les ha gustado eso de tener mejor luminotecnia a nuestros gobernantes- y sobre todo gastos inesperados y de una catadura difícil de entender y menos justificar.

En la denominada caja fija, que el propio Ferriol definió con acierto como “ese desván en el que se guardan las cosas que no interesa que vea nadie, pero en forma de cajero automático. Un mecanismo perfectamente legal que habilitaba a la administración a disponer de recursos económicos para los gastos que no pudieran enmarcarse en unos presupuestos”, aparecieron facturas de altos cargos que son enmarcables y muy denunciables. Porque hay que ser patriota, por ser muy fino, para cargar como gasto de representación el euro de un café o los 3,60 de un chocolate con churros. O sea, que a nuestro/as no les llega ni para desayunar. Así que, los simples mortales estamos para lo que haga falta.

Esto es de mucha alegría, que quieren que les diga, como los condimentos para hacer calditos y el chóped o delicatesen que nuestro anterior gobierno autonómico nos cargaba con frenesí y para lo que se creó hasta la figura de un topo que supuestamente filtraba la información. Me río. Por no enfadarme.

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