VALÈNCIA. El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, se enfrenta a un punto de inflexión en su carrera política. La tragedia de la Dana, con 222 víctimas mortales hasta el momento, ha convertido lo que era una legislatura relativamente tranquila o, al menos llevadera, en una prueba de fuego política cuya superación genera dudas incluso en dirigentes populares.
Aunque la prioridad, así lo reitera el jefe del Consell y los distintos responsables del Gobierno valenciano, es la recuperación de las zonas dañadas y las ayudas a los ciudadanos afectados, también existe en paralelo la necesidad de articular un relato político de alejamiento de la responsabilidad de lo ocurrido y de reconstrucción inmediata como máximo objetivo.
En este reto, uno de los peligros que puede sufrir el presidente de la Generalitat es el temido "cordón sanitario" de compañeros de partido y de posibles socios. Es decir, que haya pocos referentes que quieran compartir espacio con el jefe del Consell dado el descenso de su popularidad, tal y como se ha evidenciado en las dos manifestaciones multitudinarias (130.000 personas y casi 100.000 asistentes) solicitando su dimisión.
Mazón, antes de la Dana, era un dirigente al alza que, poco a poco, había comenzado a hacerse un espacio en el ámbito nacional. Su fotografía junto a Juanma Moreno Bonilla (Andalucía), Fernando López Miras (Murcia) y el socialista Emiliano García-Page (Castilla La Mancha) para reivindicar una nueva financiación autonómica fue uno de sus primeros pasos para aumentar protagonismo en España. A ello había que sumar los distintos encuentros con varios de sus homólogos autonómicos (Díaz Ayuso, entre otros) y, posteriormente, sus visitas a Cataluña, buscando un toque de transversalidad que, combinado con sus exigencias al Gobierno de Pedro Sánchez, le situaran en una mejor posición en el PP y reforzaran su perfil de presidente reivindicativo.