VALÈNCIA. María de Quesada aparece por Viveros como si fuera una sacerdotisa. Viste un vestido largo, casi una túnica, que le llega hasta los tobillos. Va de amarillo, como el cordón donde lleva amarrado el móvil, porque desde hace unos meses es La niña amarilla, el proyecto que lleva entre manos para hablar del suicidio. De qué es bueno tratar sin tapujos y qué es mejor callar. Porque esa tácita ley del silencio que impera en España no ayuda a reducir el número de víctimas que, en todo el mundo, según la cifra que dio la OMS en 2014, ronda las 800.000 muertes al año.
La niña amarilla va a ser un libro de relatos sobre el suicidio. Historias reales de diferentes personas de todo el mundo, sobre todo de Latinoamérica, contando sus casos. María, que tiene 40 años y cree que ya ha reconstruido su alma rota, está decidida a abrir su corazón las veces que haga falta. Y hoy, a la sombra de una jacaranda enorme, mide sus fuerzas para hacerlo de nuevo sin quebrarse. "Espero no llorar", advierte más por pudor que por miedo.
Esta historia puede arrancar en el Estado de Nueva York, en Rochester, un lugar venido a menos desde que Kodak entró en decadencia con la llegada de la era digital. Allá recalaron María y su marido en 2017. Él iba a trabajar y ella, que había estado empleada para una compañía norteamericana, Yelp, quiso aprovechar y hacer una formación de yoga y un posgrado de redes sociales. Ella viajaba y vivía con un secreto a cuestas, crecía lastrada por un viejo silencio con más de veinte años de antigüedad.
Hasta que llegó a Rochester.