Valencia Plaza

el interior de las cosas

Los años que vivimos peligrosamente

  • Rowan Corkill.

No habitamos en las mismas corrientes meteorológicas que se han paseado por toda el país durante los últimos días. Ayer, con las primeras luces, el Parque Ribalta de Castelló amanecía con suaves temperaturas de este no invierno. A Pancho le gusta el frío, sigue recordando las ráfagas de aquellos vientos morellanos.

Ayer, mi perro paseó con la pereza a cuestas por todos los espacios del Ribalta, arrastrando su cuerpo viejito sobre los diferentes pavimentos y arena. Éramos dos seres disfrazados de normalidad, caminando lentamente sin rumbo, mirando un cielo extraño, sin ruido, tan solo algún pajarillo despistado, y con poca compañía canina. Los domingos, a las siete de la mañana la vida se compone de cuatro personas intentando despertarnos al nuevo día.

Durante un buen rato permanecimos sentados en uno de los bancos de cerámica del Parque Ribalta, observando el silencio, frente al coso taurino castellonense, y pensando en una de las últimas profecías de la presidenta autonómica madrileña. Desde que Barcelona cerró su plaza de toros se han ido sucediendo allí las desgracias, como está pasando con la sequía. Así dijo Ayuso, la nueva mesías de este reino.

La pasada semana ha vertido, como ya es habitual, un torrente de  esperpentos y barbaridades políticas e institucionales. Los gobiernos de la derecha con su ultraderecha han ido dejando nuevas acciones escandalosas, vergonzosas. Ahí están los insultos desde el gobierno de Castilla y León, en Valladolid, al mundo del cine, mientras se ha celebrado la gala de los Premios Goya, con una audiencia millonaria y una promoción vallisoletana sin precedentes.

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