VALÈNCIA.- Si empezamos por el principio, si prescindimos de fórmulas como el flashback —también podemos prescindir de la voz inglesa y decir ‘analepsis’—, tendríamos que contar que Jesús Saiz nació directamente en el backstage de un negocio hostelero: la trastienda de un restaurante de carretera en la provincia de Cuenca.
Era 1954 y el lugar, Valverde del Júcar. Sus padres eran Avelino y María del Socorro, currantes, modestos y sacrificados. «24 horas abiertos. Se acostaba mi padre y se levantaba mi madre para trabajar. No sé cuándo concibieron a tres hijos».
Nada podía con ellos, salvo las fuerzas de la naturaleza que en ocasiones pueden con las fuerzas de la ingeniería hidráulica: en 1960 el pantano de Alarcón se desbordó, anegando la población de Valverde del Júcar. Las ayudas del Gobierno facilitaron a la familia Saiz una nueva vida en València, donde inauguraron el Bar Restaurante Avelino, en la avenida Pérez Galdós. Un bar sin pretensiones, de transportistas y currelas. Ahí Saiz comenzó a aprender el oficio, aunque él no lo supiera.
Los años de formación
«Cuando yo tenía veintiún años mi padre montó un complejo junto a la Plaza Redonda que se llamaba SAMI. En el primer piso, un pub, en la planta baja, una cafetería de lujo, y en el sótano, una discoteca. Desvié la especialidad mía, de restaurante, para trabajar en la discoteca. Cuando estaba en segundo de Medicina, a mi padre le diagnosticaron cáncer y lo operaron de urgencia. Como consecuencia me dejé la carrera y me dediqué al ocio nocturno. Me iba a los teatros e invitaba a los actores, a gente de glamur, a SAMI. Con el cambio se hizo un totum revolutum gracias a Dios muy positivo». En 1984 cambió SAMI por Mister Chus, el que fue el primer local de Jesús Barrachina. De ahí a Suso’s y vuelta a Mister Chus y vuelta a Suso’s.