El Bressol está aquí de nuevo, tan inmenso como siempre (pocos restaurantes de producto de este calibre en España) y nos sentamos con José Vicente para disfrutar de una conversión desde el corazón de todo lo que le ha pasado a esta ciudad, y a su escena gastronómica, a lo largo de la última década.
- Cuéntanos un poco sobre el origen, porque no todo el mundo tiene situada aquella época de El Bressol…
- El primer Bressol abre en 2004 en pleno Joaquín Costa: un sitio muy pequeñito, con barra y cinco mesitas. Trabajaba muy bien, pero lo abrí con el socio equivocado: mi madre ya me dijo entonces que las mejores sociedades eran las pares menores de tres, y no se equivocó. Fue una pena dejarlo, porque era un sitio que se llevaba muy cómodamente, pequeño y las condiciones económicas eran de risa…
- ¿Se pueden decir?
- 425€ el alquiler, en Joaquín Costa.
- Entonces no tuvo nada que ver con la crisis.
- No, a finales del 2007 (ya como único propietario) es cuando sale en prensa que España había entrado en recesión y a mí se me une eso a que cortan la calle Salamanca (entonces estaba situado en Salamanca, 26) durante dos años y medio. Pero yo soy muy cabezón, y a pesar de todo eso trabajaba muy bien, de hecho en 2011 y 2012 yo fui el mejor restaurante de España de producto marino, según Rafael García Santos en Lo Mejor de la Gastronomía.
- ¿En qué momento cierra?
- Yo lo traspaso en julio de 2012, y precisamente ese año yo tengo dos inspecciones de la Guía Michelin. La crisis había pegado muy fuerte en València en el sector empresarial y bancario, y se notaba, lo que no se notaba era que bajara el precio de la gamba de Dénia. Entonces claro, tú lo que no puedes hacer es jugar con medias tintas, porque al cliente no se le puede engañar. ¿Qué pasó? Pues que todo esto sucedió a la vez que llega una oferta importante de un proyecto nuevo en China: cambio de aires, oxigenarme, capitalizarme.
- A muchos nos sorprendió el cambio...
- A mí me llamó gente que había dicho que yo estaba en la cárcel.