Como otros tantos anónimos veraneantes, me he pasado toda una vida de julios, agostos y domingos entre Sueca y Cullera. En los tres hornos que frecuentaba (La Beata, Forn Vivó y Horno Iborra, todos ellos en un Mareny u otro) el tamaño de la repostería iba creciendo con los años. Yo no tanto. De ello da fe la altura del sillín de mi bicicleta, vehículo con el que estoy yendo a comprobar las medidas de la bollería.
Croissants grandes como tronistas y tetes valencianos hinchados en el gimnasio. Magdalenas emperifoladas con Lacasitos, trozos de Oreo y chorrazos de chocolate blanco. Pizzas con salsas como cuadros de Jackson Pollock aterrizados dentro de un paquete descuartizado de salchichas. Arrinconadas a un lado de la vitrina, que es la cornucopia del hidrato de carbono, varias planchas de coca de llanda. Bizcochos desnudos y esponjosos que hablan de un pasado ajeno al barraquisme (el barroco de la comarca en la que se ubica la casi inerte Barraca). También hay pastelillos de boniato, valencianas y paquetes de rosquilletas.
Quant més sucre i més tamany no se si mes dolç pero sí más ventas. Las colas que se forman en el exterior de la Beata, en el Mareny de Sant Llorenç, en uno de los márgenes de la carretera CV-502 que atraviesa la pedanía, son reflejo del gancho que el formato gigante tiene. Prueba de ello también es que salvo el Horno Iborra, los otros dos se permiten cerrar algunos días durante la semana (a tope con lo de cerrar algunos días. No es necesario alimentarse 24/7 de muffins de chocolate o de coca de cansalada).
Moisés Iborra es el actual regente de La Beata Inés, horno que abrió en 1995. Los Iborra son una familia con larga tradición repostera en Sueca y alrededores. ¿Casualidad que otro de los hornos aquí tratados, el Iborra, comparta nombre? No, el Iborra del Mareny de Barraquetes fue adquirido por el abuelo de Moisés y pasó a manos de Javier, el tío de Moisés, cuyo padre fue quien emprendió con la Beata. Solo dos kilómetros separan un horno del otro. Dinastía con olor a coca Cristina.