VALÈNCIA.- El pádel ha tenido durante años la etiqueta de deporte elitista. Inventado en México en 1968 fue importado a España en 1974 por Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, aristócrata y promotor inmobiliario, que instaló dos pistas en el exclusivo Marbella Club. A partir de ahí, la expansión fue lenta pero constante: de las urbanizaciones de la élite madrileña (Club Puerta de Hierro, La Moraleja) hasta la más modesta residencia veraniega de José María Aznar, expresidente del Gobierno, en Les Platgetes (Oropesa).
Francisco Jesús Pérez Galisteo (Luque, Córdoba, 1986) era un niño en los 90, cuando el expresidente del Gobierno retaba y casi siempre ganaba en su retiro estival de Castellón a lo más granado del PP valenciano, desde Eduarzo Zaplana a Francisco Camps. En esa época, el pádel ganaba popularidad —las canchas proliferaban en polideportivos y las urbanizaciones cerradas de moda en la época— pero no se quitaba la fama de deporte pijo. Pérez, Fran para casi todos, ni jugaba al pádel ni era pijo. Sin embargo ahora es el rey, o uno de los reyes, del deporte de la pala.
La empresa que creó en 2014, Padelgalis, continuación de otra similar, construirá y montará 2.000 pistas de pádel en 2021. Ha instalado canchas en más de 70 países de tres continentes, desde México a Dubái pasando por Suecia y es el proveedor exclusivo del World Padel Tour, el mejor torneo del mundo. Pérez ha vendido el 70% de la compañía a Atitlan, grupo empresarial de Aritza Rodero y Roberto Centeno, yerno de Juan Roig, presidente de Mercadona.
La entrada de Atitlan en la compañía debería servir para mejorar la gestión e inyectar capital para financiar una mayor y más rápida expansión del primer fabricante de pistas de pádel del mundo. La compañía pronto estrenará nueva fábrica en Manises, ha comprado robots para soldar el metal de las pistas y está trabajando en la mejora de todos los procesos, tanto los de fabricación como la estructura comercial. Los comienzos, sin embargo, no fueron tan fáciles. Como su vida. Pérez y el resto de su familia llegaron a Valencia desde Córdoba en 1992, cuando el padre abandonó a su mujer y sus cinco hijos. El empresario explica los hechos con naturalidad. «Se fue a comprar tabaco y no volvió», dice sonriendo.