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LA OPINIÓN PUBLICADA

El techo de plomo de Vox

  • El líder de Vox, el ex dirigente del PP Santiago Abascal. Foto: EFE

Desde hace seis meses (porque la cosa comenzó incluso antes de las elecciones andaluzas), los medios, los partidos y los ciudadanos interesados en la política no hacen más que hablar de Vox. En la mayoría de los casos, con enorme aprensión. Algunas veces, con esperanza y entusiasmo, bien sea porque se busca que Vox obtenga el mejor resultado posible, bien porque se cree que la aparición de Vox resulta beneficiosa para nuestros intereses políticos (el síndrome de Estocolmo que aqueja a Ciudadanos y, sobre todo, al PP). Pero unos y otros parecían coincidir en la fascinación por el fenómeno.

Sin embargo, en las últimas semanas han aparecido, tal vez, los primeros síntomas de agotamiento de Vox, desde diversos puntos de vista. Por una parte, las encuestas de opinión, que no tardaron mucho en ubicar a Vox en torno al 10%-12% de los votos (es decir, lo obtenido en Andalucía), y que después continuaron otorgando a este partido resultados cada vez mejores, que les llevaban a empatar, o incluso superar, a Ciudadanos y Podemos. Estas encuestas perciben últimamente un claro estancamiento de Vox en los números que les asignaron en un principio: 10%-12%.

Por otra parte, se detecta un claro cambio en la actitud de los otros dos integrantes del bloque de derechas con Vox. En el pasado, y hasta hace bien poco, todo eran algodones y mimos para con ellos, en la esperanza de recuperar a sus votantes para la causa (no en vano, los votantes de Vox, como es lógico, provienen en un 90% del PP y de Ciudadanos). Ni siquiera importaba que los líderes de Vox, por su parte, se dedicasen a ridiculizar e insultar a sus supuestos socios, "la derechita cobarde" y "la veleta naranja". PP y Ciudadanos disfrutaban con su papel de "pagafantas" de la extrema derecha, porque veían en lontananza un esplendoroso futuro del 51% de los votos, o quién sabe si más aún, entre los tres partidos. Con esas cifras, el tripartito de derechas aspiraba a gobernar en casi cualquier parte. Y en las que no... ¡ya se encargaría el artículo 155 de la Constitución de hacerles gobernar también!

Pero, como ya hemos visto, las encuestas han comenzado a sembrar grandes dudas sobre dicho futuro. Y no sólo por el estancamiento de Vox, sino porque PP y Ciudadanos también se han estancado. El tripartito, en suma, comienza a languidecer, pierde la cota del 50% de los votos y se hunde aún más en escaños, por una circunstancia muy clara: en el otro bloque, el de las izquierdas, sólo hay dos partidos en la mayor parte del territorio, no tres: el PSOE y Unidas Podemos. Y además uno de ellos, el PSOE, parece congregar cada vez más apoyos, de suerte que su victoria electoral el 28 de abril se antoja cada vez más probable. Y si el PSOE gana, aunque sea con unos números modestos (por debajo del 30%), se verá beneficiado en el reparto de escaños, sobre todo en las provincias pequeñas.

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