Valencia Plaza

LA VALÈNCIA QUE NO

El peor bar del Carmen

  • Kike Taberner

No es que me haya pasado el juego de la gastronomía y no me queden temas sobre los que escribir, es que en esta época del año, en estos días largos como un sifonóforo —un bicho depredador y urticante que habita en los arrecifes de Coral. Como una procesionaria pero en marino y cnidario. O sea simple y desagradable a la vista— no dejo que la casa se me caiga encima —cosa que tras las goteras de la trágica semana sin sol en València, es más que probable—. Voy a bares. Lloro en bares. Contesto a emails de trabajo en horas impertinentes en bares. En esos bares, que son los peores y los mejores para llorar, me riñen por estar con el móvil en vez de en el presente.

El presente se nos escurre y lo empapa todo, como el aceite que impregna el horizonte de sucesos de este bar, que por los comentarios en una célebre y poco fiable plataforma de evaluación de restaurantes, es el peor del histórico y gentrificado barrio del Carmen.   

Una tocaya mía, desde la Pobla de Vallbona, titula su reseña con un directo: “El peor bar y trato”. Más amable es la reseña que dice “La coca cola no estaba mal”. 

El resto sí. 

Como Coca-Cola no bebo, pedí cerveza. Anoté lo siguiente en mi cuaderno sin tapas  —las tapas las usé hace unas semanas para hacerle un gorro de cumpleaños a mi perro deprimido. Era su fiesta y si quería podía llorar, y morder otro arnés hasta reducirlo a un tejido en descomposición, a una relación rota, dependiente, de colores estridentes—:

En el paso del congelado al frito se da una suerte de sublimación que convierte las bravas en gas. Como cuando de un incipiente amor se pasa al drama, sin haber atravesado ese estado templado que es el confort de la rutina antes de que se vuelva aburrimiento. (Nota: no volver a pedir calamares fuera de las cinco barras de confianza). 

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