Es una misma idea, pero reversible. Por una parte, platos con ADN mexicano, elaborados con productos autóctonos mediterráneos. Por la otra, platos populares españoles pasados previamente por el mortero del país azteca. En su primer proyecto personal en la hostelería, José Carrasco ha querido aunar la sabiduría y el cuidado del producto que mamó desde niño en el restaurante-cafetería familiar -el mítico Don Pablo de la calle Emperador- con el espíritu de aventura y renovación adquirido durante sus frecuentes viajes y estancias en México. El concepto lleva por nombre Don Pablo Fusión, y tiene como sede un amplio local en la Avenida de Aragón de València que abrió sus puertas hace un año y siete meses.
Estamos hablando de dos conceptos en uno. Por el día funciona como un restaurante de cocina mediterránea que hace honor a la casa madre (con su preceptivo menú de mediodía con guisos caseros, pescado fresco y carnes). En el servicio de noche, la carta cambia casi por completo, aunque siempre guardan un plan B para aquellos clientes a los que el término “comida mexicana” todavía les imprime en la mente una lengua en llamas (¡qué mojigatos somos a veces!). La realidad es que este es un restaurante con vocación de mayorías, de modo que cada una de las recetas que salen de la imaginación de José se reequilibra para adaptarse a todo tipo de paladares (siempre se puede pedir el picante aparte). La suya es una propuesta de cocina sabrosa, amable, muy razonable en el precio y con un punto de creatividad que la distingue de un restaurante de cocina mexicana al uso y la pone a años luz de las ocurrencias tex-mex.