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ILUSTRADORA

Diana Raznovich: «Hay días que creo más en dios y otros menos»

  • Diana Raznovich (RAFA MOLINA)

VALÈNCIA.- Fue alumna de Jorge Luis Borges en una universidad de Buenos Aires y tuvo como vecino de barrio al actual papa Francisco. Emigró de su natal Argentina a España en 1976, viviendo primero en Madrid y ahora en Alicante. Es humorista gráfica, escritora, dramaturga y sus obras de teatro han sido traducidas a varios idiomas y representadas en diferentes países, en algunos de los cuales las han estudiado las universidades, como es el caso de Estados Unidos, donde se analizan como resultado de haber sido favorecida con la Beca Guggenheim que, además de darle una buena dotación económica, le llevó a vivir varios meses en Nueva York donde escribió un libro. Durante muchos años hizo una tira cómica para el diario Clarín, el más importante de Argentina, y orgullosamente se declara feminista, un rol que es evidente en la creación de sus trabajos escritos y gráficos.

Hablamos de Diana Raznovich, una mujer de 76 años, activa, dinámica, defensora de sus ideales, pero sobre todo del feminismo que aprendió de su madre. «Consideraba que mis hermanos  y yo debíamos tener las mismas obligaciones y derechos; pensaba que yo no tenía que ponerme límite en mis sueños y ambiciones. Nos dio una educación muy igualitaria», comenta la artista, quien en los últimos meses ha presentado la exposición Negar la violencia machista es bastante violento, en la Casa de la Dona de Xirivella, la Delegación de Gobierno y el Palacio de las Artes Reina Sofía, compuesta por viñetas que transmiten mensajes contra la violencia y desigualdad de género. A lo largo de su trayectoria profesional Raznovich ha sido reconocida con premios literarios, de teatro y otros por su actividad feminista, como el Meninas 2019 que le otorgó la Delegación de Gobierno. 

Y entre las facetas que Raznovich desarrolla, ¿con cuál se identifica más?: «Con todas me identifico. Dibujar y escribir son cosas paralelas, pues desde muy pequeña siempre he escrito y dibujado», manifiesta, mientras reconoce que su trayectoria creativa ha sido próspera, lo cual atribuye a la buena suerte que empezó cuando, siendo niña, escribía poesía y hacía dibujos que reflejaban su burla de los esquemas y modelos predictatoriales de la enseñanza, en el colegio de su Buenos Aires natal. Y es que a corta edad «siempre estaba sacándole punta a las celadoras o a la maestra» y compartía sus viñetas con sus compañeras, quienes se reían de sus travesuras. 

Recuerda que de niña escribía muchos diálogos. «Me gustaba mucho parar oreja y escuchar a la gente sus distintas maneras de hablar, ya fuera por su estatus social o su procedencia». Para esta dramaturga «esa es la base del teatro: observar conversaciones y descubrir cómo habla la gente, desde un camionero hasta una señora aristócrata. Me fijaba en el discurso que tenían y lo reproducía. Sobre esa base yo hacía pequeñas obritas que luego en el colegio se representaban». Con tan solo dieciséis años publicó su primer libro con los poemas que escribía en esa época, que tenían influencia de García Lorca, a quien leía mucho. Un editor los reunió en una edición pequeña. A los veintiún años ganó un concurso de teatro para autores noveles, cuyo premio fue la representación de la obra ganadora  en un teatro de Buenos Aires.

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