Valencia Plaza

MARIANO Y LOS FERMENTADOS

De Requena al mejor restaurante del mundo con fermentados y vino natural

En la aldea de La Portera, comarca de Utiel-Requena, en un vetusto edificio del siglo XVIII, en una extensión de cepas centenarias, en un refugio en el que solo hay sitio para vinificaciones naturales y artesanas, en una cocina con frascos en los que el Aspergillus oryzae vive –hongo kōji, responsable del miso, la salsa de soja y el sake–, en una bodega gobernada por lo ecológico, en una despensa en la que no entra la carne, en una cocina en la que Mariano Taberner hace que los anacardos se transformen en sobrasada con la que acompañar su Marianer, una anaranjada cerveza de uva hecha con cebada malteada y mosto de uvas Bobal y Tardana. Ahí, en la penumbra, Mariano nos hace pasar al salón/oficina de Bodegas Cueva. En la cocina hace un frío del carajo, ese frío requenense que acuchilla como el mesetario y huele a lumbre y a embutido a la brasa, productos porcinos que Mariano no cata desde hace casi 40 años. 

Mariano es de Aldaia y comenzó a producir vino en la casa de sus abuelos usando la uva de los campos de un amigo. «El padre de mi amigo se había hecho muy mayor, no iba a coger la uva y dijimos: ¡Podríamos ir! Así empezamos. Yo antes había hecho otras cosas que también tenían que ver con los destilados de plantas, pero para hacer perfumes». En 2006 Mariano se lió la manta a la cabeza y junto a tres amigos se enroló en la incipiente tendencia neorrural. «Nos metimos en la broma de hacer vinos naturales, con la suerte de que en el 2008 vino la súper crisis y esto fue bastante desastre. Porque claro, tres que éramos y ninguno tenía la previsión de pagar toda esta deuda con las ventas de vino, cada uno tenía su trabajo. Yo tenía una empresa de materiales médicos, de naturopatía. Mis socios se quedaron sin trabajo y sin dinero. El banco comenzó a expropiar… la hecatombe». 

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