Valencia Plaza

UN BAR CUALQUIERA

Cuando ya no queda nada (en la nevera): desayunar en el Pikos

  • Kike Taberner

<Cuando ya no queda nada es el vacío al despertar después de que suene la alarma, ese microsegundo existencial —”qué he hecho con mi vida”— antes de reptar desde la cama hasta la fuente de café. Son los días acumulados sin hacer la compra, el último trozo de pan en el congelador —ese huérfano y con los cantos desconchados como una VPO de finales de los setenta—. Es la cortada de jamón reseca que no quieres para desayunar, porque anoche cenaste jamón —un jamón de verdad, el Saxo ha vuelto después de la baja por enfermedad que no ha podido con Fernando Ramírez, brindemos por él con algo de la Manchuela— y en la fiesta de presentación del Anuario Hedonista hiciste una cola que ni los atascos de la M30 para que te dieran un platito de jamón los chicos de Gargallo. 

En una cena con amigos en un día sin nombre ni número, la temática fue el frío, la cajita de fiambres, la falta de tiempo, de ganas, de calor para cocinar. Pero el jamón siempre está ahí. Hay una canción de Susana Estrada que si la escuchas con velocidad aumentada, como los audios, dice “Jamón y libertad”. 

Me hice una camiseta con ese lema, encogió en la lavadora. 

Si el desayuno es la comida más importante del día, la jornada empieza fatal. 

Entonces bajas a tu Pikos. 

Todas tenemos un Pikos en la esquina, si no ha sido sustituido por una tienda de CBD. Espero que no, la verdad. Yo prefiero avivar el fuego con café quemado que extinguir las ascuas con una crema con cannabidiol. 

En el Anuario, además de esperar al jamón como se espera al ser amado —En Fragmentos de un discurso amoroso Roland Barthes dice que “La paciencia amorosa tiene pues por punto de partida su propia negación: no procede ni de una espera, ni de un domino, ni de un ardid, ni de una temeridad: es una desgracia que no se usa, en proporción a su agudeza (…) la paciencia de una impaciencia— hablé de la intersección entre la literatura y el periodismo que es la crónica con Blanca Jiménez, funcionaria de alto cargo pero sobre todo, lectora empedernida. Hablamos  del precarizado, silencioso oficio de escribir, y me dijo que le dijo al jefe de Ediciones Plaza que lo mío es la crónica. 

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