Me estoy montando un documental en mi cabeza, en el que yo soy, no sé, Richard Attenborough o Jon Sistiaga, y voy por los bares de mi vida para ver cómo les ha tratado el tiempo. En esta entrega voy a ver qué ha sido de la Bodega Fila.
¿Os suena? Lleva ahí desde los 70. Tienes que saber un poco a lo que vas, porque Fila es un estado mental. Cada vez que iba a ver un concierto en Matisse o en WahWah, la previa siempre era en el Trébol o allí. Bodega mítica, sin cocina, siempre necesitada de una bayetita y siempre llena hasta los topes. El otro día cuando entré, había una camarera mosqueadísima contándole a un cliente lo de que habían hackeado la página del SEPE.
La decoración (¿?) sigue siendo la misma, barriles gigantes, máquina de tabaco, una orla de filología y una bandera, porque la Bodega Fila es España dentro de España.
Hola. Unas cervezas, por favor. ¿Qué tenéis de comer?
Jamón, chorizo, caballa…
¿Tenéis carta?
No. Jamón, chorizo, atún, anchoas…
Perfecto, pues todo eso.