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Amparo Gómez, una purista de los trajes de valenciana

  • Amparo Gómez, en Espolín. Foto: KIKE TABERNER

Amparo Gómez está sentada en una butaca rodeada de telas lustrosas. Paños rojos, azules, verdes con adornos florales. Rollos de materiales muy selectos que relucen tanto como la melena blanca de esta mujer de 79 años que se ha tirado toda su vida cortando y cosiendo estas telas preciosas. Ahora ya está jubilada pero le sigue gustando pasar por Espolín, la tienda que entregó al mayor de sus tres hijos, Juanjo Prósper, hablar con los clientes y comprobar que todo sigue en orden. Le gusta estar en el ajo, aunque ya haga ocho años que no coge una aguja, desde que una inspectora de trabajo le preguntó qué demonios hacía allí con 71, que ya le tocaba descansar.

La modista es feliz entre telas. Ahí ha pasado su vida. Primero en la calle Borrull, donde antes tenía la carnicería su marido, Batiste, luego en Cirilo Amorós, y ahora en Conde Altea. Amparo se ha sentado en la butaca entre quejidos. “Estoy ‘jodía’ de la espalda”, se lamenta. “Ahora me acuerdo de lo que me decía mi madre, que no paraba de repetirme que pagaría esas animaladas. Porque yo había épocas que trabajaba 20 horas diarias”.

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