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el ambiente de la marcha

In-infra-infrafinanciació: un escalofrío recorre València

VALÈNCIA. Qué poquito tiene que ver ya València con ese levante feliz de crónica vieja (según un informe del Consell Valencià de Cultura, el término se popularizó a partir de la Guerra Civil porque los frentes quedaban lejos de este territorio). No se le parece ni por el concepto (equivocado), ni porque la gente esté especialmente contenta. Con los Presupuestos Generales del Estado desde hace años, al menos. La València que sí existe, la palpable, salió este sábado a la calle a pedir en masa una mejora de la financiación autonómica, pero sin energía.

Miles y miles de personas (60.000, según los organizadores, y solo 2.000 más que en la del 11-N —17.000—, según la Delegación del Gobierno) que participaron junto a partidos políticos, sindicatos, patronal y entidades sociales en una marcha en la que se evitaron las consignas para no provocar suspicacias y acabó convertida en una tumultuosa procesión. Digamos que los cabezudos que abrían paso a la comitiva impusieron su rictus, afectado de una solemnidad extrema, a todo el desfile.

No había sido nada fácil llegar hasta aquí. Tras un aplazamiento en septiembre y no pocos antojos de algunos partidos concurrentes, la organización se fue complicando más que asignar mesa a los invitados a una boda. Con el goteo de adhesiones, poco a poco fue desapareciendo la sensación de derrota en un acto reivindicativo que amenazaba con ventilarse con algo simbólico y manejable, como aquella iniciativa del Movember que consistía en dejarse crecer el mostacho durante el mes de noviembre con fines solidarios.  

Si en los pequeños detalles se encuentra el infierno, tampoco es que la cita de este sábado haya sido un acontecimiento muy publicitado fuera de nuestras fronteras. En los informativos nacionales de mediodía, se daba buena cuenta de la masiva protesta policial para equiparar su sueldo al de los Mossos. También de la exigencia de miles de extremeños en Madrid: un tren digno. E incluso había espacio en la escaleta para profundizar en el desafío de millares de zimbabuenses para dar puerta a su nonagenario presidente, Robert Mugabe. ¿Y València? Cerca y lejos no existen. Los crea la ternura, que escribió Roberto Juarroz.

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