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  • Sala principal del bingo Sala Valencia, en la calle Cuenca. Foto: KIKE TABERNER

VALÈNCIA. “¿Me traes un vermut rojo con patatitas y cacaos?”. “Por supuesto”. La señora que ha realizado la comanda mira a la pantalla central del bingo de la calle Cuenca de València. Allí se pueden contemplar los dos premios de esa partida. Son 18,9 euros para la línea y 98,7 euros para el bingo. En la sala en ese instante se cuentan 67 personas. 34 son mujeres sentadas solas en las mesas para seis personas. Hay además cinco parejas de hombre y mujer, diez parejas de mujeres, dos hombres vestidos con ropa de trabajo y un único hombre solo: el redactor de este reportaje.

El bingo de la calle Cuenca tiene un horario eminentemente diurno. Abre las diez de la mañana y cierra a las diez de la noche. Nada que ver con la imagen noctámbula y de esparcimiento que se dio en la Transición y que inspiró comedias rijosas como Los bingueros. A esa hora, en la que la mañana se acerca a mediodía, comienzan a llegar las parejas, casi todas de jubilados. Es bastante habitual que vecinos de la zona se acerquen a comer de menú. Si por algo se destacan los bingos es por los competitivos precios de su servicio de restauración. Y eso, los propietarios, lo saben y lo cuidan. Es un modelo que lleva décadas funcionando en todo el mundo, comenta el gerente de la Sala Valencia, Francisco Soler. “Vamos a casi precio-coste”, explica.

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