Atravieso el 9 d’Octubre como todos los que aprovechan el festivo autonómico para perderse en el laberinto del Ikea de Murcia. Con una excursión lejos de las banderas que pretenden constreñir aún más las fronteras o de las otras, las que directamente amparan a la gente que quiere cerrarlas. Solo que yo trato de evitar también los atascos del tráfico y me embarco en la limpieza de mi casa, lo cual en el fondo me emparenta con todos los que se ciñen las banderas a los hombros. Pero de una manera mucho más prosaica, con plumero, escoba y fregona. Mientras recorro el interminable pasillo de mi casa, que con un cubo de agua en la mano parece el estadio de Oliver y Benji, me da tiempo a pensar en dos cosas. En que el año pasado, a estas alturas del otoño, estaba ejerciendo de extranjero, de gallego, concretamente, inmerso en la primavera de los álamos de Uspallata. Y también en una aplicación estupenda para la trituradora de obras de arte de Banksy, pero relacionada con las banderas. En cuanto se descubra su identidad, se la propongo.
Y hablando de identidades. Dado que la valencianía (ayer) y la hispanidad (pasado mañana) están tan cerca, aprovecho para echarle un ojo al Irish Times, para ver cómo andan las cosas por casa. Nada demasiado serio. Al parecer, esperan que la tormenta Callum arrase la isla mañana, estudian un virus que ha causado muertes en un hospital de Limerick y han arrestado a un muchacho de Dublín que amenazó en las redes sociales con asaltar su instituto con un arma. Visto así parece poca cosa, pero es como se perciben todos los localismos cuando estás lejos. Tragedia más kilometraje es igual a indiferencia. La que deben causar en Corklas noticias de que el asta de la Senyera vuelve a acarrear complicaciones por su peso o de que hay un partido político en Vistalegre que, como Alaska, tiene de novio un zombie que va camino de la Almudena, si no lo remedia nadie.
El mejor antídoto contra las banderas no es sacar otras, evidentemente. Consiste en ojear las noticias más relevantes de los medios internacionales para aplicarlas en tu caso particular. Por ejemplo, cerrar nuestras puertas a los foráneos que viajan con Ryanair puede conducir a que lo hagan otros con tu hijo, que quiere disfrutar de un Erasmus en Oxford. Blindar tu economía y consumir solo productos autóctonos conlleva que una empresa danesa pueda cerrarla sucursal en la que tu hermana es jefa de personal. Llamar a la expulsión de los inmigrantes africanos genera cierta repulsa creciente a las pizzas de Salvini y los cruasanes de Le Pen. El endurecimiento de políticas homófobas en Brasil no solo puede acabar con el Carnaval de Río, sino que también puede producir efectos económicos y migratorios en toda la región de Suramérica. De Trump, ni hablamos. Y así, sucesivamente. Celebremos la identidad que cada uno elija, naturalmente. Pero no como club social de élite, sino con un día de fronteras borradas. Hola, somos valencianos, ayer fue nuestro día. Ven cuando quieras, desde donde quieras. Y no traigas banderas, por favor.