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Antropología Industrial 

Tecnofeudalismo

Varoufakis y Durand coinciden en afirmar la aparición de un sistema de dominación feudal que surge de las plataformas digitales globales y del uso de nuevas tecnologías que aún están en sus inicios, como es el caso de la inteligencia artificial

| 16/07/2024 | 3 min, 32 seg

VALÈNCIA.  El nombre Edad Media proviene de ser la época situada entre la Edad Antigua y la Edad Moderna. Se considera que corresponde con el periodo comprendido entre la caída del Imperio romano de Occidente en 476 y la caída del Imperio romano de Oriente en 1453, aunque muchos historiadores establecen su fin en el Renacimiento y el descubrimiento de América.

Una de sus principales características es que el sistema económico y social que perduró durante esos diez siglos fue el feudalismo, caracterizado por un poder distribuido en territorios controlados por una familia 'noble' que, además de ese territorio, poseía las personas que vivían en él, situación conocida como vasallaje. Los vasallos o siervos no disponían de más libertad que la de obedecer las condiciones fijadas por el señor del feudo y, a menudo, su situación no difería mucho de la de un sistema esclavista.

Por esto, y por algunas otras situaciones desagradables como las malas condiciones de vida, guerras, pestes, miedo y ausencia de avance del conocimiento, suele denominarse también como Edad Oscura. Pese a ello, la Edad Media tuvo momentos felices y una anomalía climática de temperaturas altas —nos suena— denominada periodo cálido medieval, y parece que este periodo de cambio climático no es lo único que comparte con nuestra época, al menos según varios autores.

Es el caso de Cedric Durand,  economista y profesor de la Sorbona y de la Universidad de Ginebra, que postula que el capitalismo se ha transformado en un nuevo sistema que no ha avanzado ni hacia una economía social ni hacia una economía liberal, sino que —sorprendentemente— ha vuelto a un neofeudalismo, arropado y promovido por las nuevas tecnologías digitales. 

Durand postula que el capitalismo se ha transformado en un nuevo sistema que ha vuelto a un neofeudalismo, arropado y promovido por las nuevas tecnologías digitales

Durand describe una sociedad dominada por los algoritmos y por la utilización de los datos personales, gracias al uso de dispositivos y aplicaciones ubicuas, donde el poder financiero tradicional se muestra decadente y en retirada, mientras una serie de grandes empresas globales, que no mueven producción ni dinero sino solo datos y valores virtuales, convierten a sus usuarios en una suerte de nuevos siervos controlados por señores tecnológicos a los que suministran riqueza a través de instrumentos digitales. Unos feudos que ya no son geográficos sino virtuales.

Otro economista que se apunta a este mismo diagnóstico es el más conocido Yanis Varoufakis, profesor en diferentes universidades de Europa y Estados Unidos, político, activista y, hasta 2015, ministro de Economía de Grecia durante la crisis del euro. Varoufakis acaba de publicar el libro Tecnofeudalismo, donde coincide en el mismo análisis de Durand respecto a la aparición de un sistema de dominación feudal que surge de las plataformas digitales globales y del uso de nuevas tecnologías que aún están en sus inicios, como es el caso de la inteligencia artificial. 

Estos cambios, acelerados a partir de la crisis financiera de 2007-2013 y de la pandemia de 2020, han transformado decisivamente el sistema económico global en un sistema de 'capital en la nube', gestionado por oligopolios enfocados a la extracción directa de rentas de los nuevos siervos digitales, convertidos en fuente de datos y compradores 24/7 a través de una estructura de redes de servidores, algoritmos y vastas infraestructuras de telecomunicaciones que prescinden progresivamente de los mercados tradicionales. Y donde unos pocos 'datatenientes' ejercen un poder creciente sobre la mayoría. 

Una mezcla de Edad Media y Matrix, en una nueva edad oscura de la que solo podrá salvarnos la descentralización, mucha educación, unas políticas de renta más igualitarias y más y más democracia. 

Ahí está el reto. 


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