ALICANTE. La dificultad de ser profeta en tu tierra es un tópico que no por muy repetido -hasta la saciedad y más allá-, deja de ser cierto. La productora musical alicantina Producciones Baltimore mantiene su idilio con la ciudad de Benidorm, con dos de sus franquicias más exitosas, el Low Festival y el Fuzzville! Apenas el año pasado, con dos ediciones ya, comenzaron su relación con una plaza fuerte del panorama estatal, Murcia, con su WAM reconvertido en WARM UP. Caliente, caliente, la maquinaria va cogiendo rodaje, camino de encontrar su par motor. En un mercado tan poblado como el madrileño, mantienen el tipo con su GetMad!. Este año han tomado la decisión de ampliar el panorama de su estación base, centrada en la sala Stereo y en su colaboración con otras salas de la ciudad de Alicante, tomando las riendas del otro festival surgido de manera coetánea al Low, hace 10 años, en la misma ciudad y el mismo lugar, el Spring Festival, y para ello han tomado la arriesgada decisión de optar por el “test de Los Planetas”, una suerte de evaluación de la brecha indie local.
Dos jornadas, viernes y sábado. Dos escenarios, para grupos el Ambar, para Dj’s y electrónicas variadas el Jägermusic. Un lugar con la magia particular de estar rodeados de mar, al final de la marina del puerto, al fondo de la zona Volvo, la silueta iluminada de la ciudad de fondo, el olor salino, la humedad y la presencia imponente del castillo de popa de un carguero aportando contexto. La sutil introducción del término fetiche del turismo local en la promoción: el tardeo como way of life. Y un cartel plagado de apuestas seguras: los "casi alicantinos de adopción" Dorian el sábado, con nuevo trabajo fresquito y con ganas de rodar, Justicia universal, y los omnipresentes Izal, más allá del bien y del mal de la polémica de su frontman, Mikel Izal. Riesgos minimizados a cero.
Y aún así, colocar en la primera tanda a Los Planetas, en el horario "estrella" de las 23:30, es un mensaje claro a la audiencia. Esto va de lo que va, y queremos saber hasta dónde queréis llegar vosotros.
A las siete de la tarde, todavía con un solazo digno del tardeo más ortodoxo, se abrían las puertas del recinto, pulcro y bien organizado recinto, optimizando al máximo su disposición alargada y estrecha como una longaniza, pero minimizando al máximo el solapamiento de sonidos entre los dos escenarios y las diferentes zonas de ocio y restauración. Un punto para los ingenieros de sonido y el personal técnico.
A las ocho de la tarde le tocaba lidiar con un público más curioso que fervoroso a la bilbaina Ana Fernández-Villaverde, La Bien Querida, ataviada con un traje chaqueta color violeta que haría las delicias de Tony Manero, y su generación de cancionero para la eternidad. De agradecer que las primeras dos voces del nuevo Spring tuvieran timbre femenino, ocupando un espacio natural que no siempre está bien representado en los carteles. Las dos primeras porque a continuación del pop suave pero herido de La Bien Querida, se plantó en medio de un escenario ya en pleno cambio entre la luminosidad solar y la eléctrica Ariadna, la frontwoman de Los Punsetes, para sin mover un solo pie de la marca, casi escupir sobre un grupo ya bastante nutrido sus proclamas de indie garajero de corazón punk. "¡Que no pase un día sin que des tu opinión de mierda!" se convirtió en la proclama que acogía el flujo cada vez más numeroso de público, tímido, voluntarioso, expectante.
Mientras tanto, en la otra zona de la cancha, dando la espalda al forofismo indie, la escena electrónica empezaba su efecto llamada. Nat Vegas, La Résistance, Freazer, Qwert y Beauty Brain se sucedieron a los mandos del loop, desde las siete de la tarde hasta las cuatro de la madrugada, con una especial mención a los dos shows de voz en vivo intercalados entre ellos, Delaporte y Bea Pelea, dos voces femeninas nuevamente que con un desinhibido uso del electroreggeaton i el trap, sacaron de gran parte de los asistentes ese espíritu perreador escondido tras sus vans, sus vestiditos floreados, sus vaqueros ajustados y alguna que otra camiseta con el logo de Una semana en el motor de un autobús. Tardeo perreo de la mejor especie.
Llegada la hora, con una puntualidad a la antigua manera británica, Banín, Julián y Floren se dirigieron a sus puestos, Éric se situó a los mandos de las baquetas y Jota arrastró su corpachón cuya silueta cada vez se asemeja más en la distancia a Karra Elejalde tras el micrófono central. En los momentos previos la gente comentaba que en los festivales su set era cortito, de apenas una hora, que si se iban a centrar en reproducir el Zona temporalmente autónoma que los había reconciliado con la crítica, pero tal vez no con un público ansioso de hits rabiosos e incomprensibles. Que si con eso de que la dicción de Jota era cada vez mayor, Los Planetas ya no se parecen a Los Planetas de Pop y Una semana en el motor de un autobús… pero los granadinos lo han conseguido. Los Planetas se encuentran un paso más allá de la autocomplacencia, y se marcaron hora y media de concierto, clavado, eso sí, con las limitaciones de interacción y bises que supone entrar en un cartel compartido y el respeto por los compañeros que se suceden en el escenario. Desde la circunvolución in crescendo de Islamabad, la soberbia apertura de Zona temporalmente autónoma, hasta el cierre catártico de Segundo premio, con Éric literalmente haciendo botar el asiento para aumentar el ángulo con que reventar las baquetas sobre los cueros. Entre medias hubo momentos para todo, para Un buen día, para Qué puedo hacer, para Alegrías del incendio, para Señora de las Alturas, para un no por esperado, menos gozoso dueto Ana Bien Querida / Jota, en una No sé cómo te atreves con algún que otro momentazo Pimpinela.
Para pasar el 'Test de Los Planetas' una audiencia debería cumplir con un par de condiciones, sobreponer sus voces a las de Jota en Santos que yo te pinte y pedir a voz en grito que se despida Éric Jiménez al micrófono. De estas dos condiciones, en la noche del viernes sólo se cumplió en parte la primera. El público Spring es un público que todavía, o puede que para siempre, híbrido, más ávido del suave indie amable, que de las viejas glorias eternas o los sonidos verdaderamente arriesgados. El ejemplo fue que en la misma noche, tras el "se acabó" de Jota (su perfil indolente mano izquierda en el bolsillo de la casaca, mano derecha acercando a los labios el cigarrillo recién encendido, inhalando humo y exhalando versos sin la menor vacilación, quedará como una de las imágenes de la noche), y el consiguiente parón para la reestructuración del escenario (40 minutos tal vez sea un período a mejorar para próximas ediciones), ocuparon las tablas en ordenada formación los barceloneses Dorian y su estética cool wave, cóctel de Ultravox, Orchestral Manoeuvres in the Dark y The Human League, que a efectos prácticos, ha ocupado entre el público el hueco dejado por OBK. Canciones como himnos entre el escapismo y la oscuridad de tonos tenues. De momento, el público spring cumple con más alegría el "test de Dorian", que también podría denominarse "test de Izal".
Los insomnes todavía pudieron disfrutar de los oriolanos Varry Brava y del traslado de la electrónica al escenario principal, con los italianos Crookers.
Para la segunda jornada del festival se espera la confirmación del efecto "test de Dorian", superando los 8.000 asistentes de la primera jornada, en los nombres de Rufus T. Firefly, L.A., Izal y La Casa Azul, con el final de fiesta en brazos de la electrónica de nuevo, a cargo de WAS y Alex Metric.
Siendo sábado, la apuesta por el tardeo way of life comienza a las cuatro de la tarde con una sucesión de pinchadiscos bien conocidos de la escena local para, a continuación, regirar los loops, ya se verá si hacia los sones perreantes del viernes o hacia el techno industrial más combativo y destroyer: Jet Set, Yiorch, Kutxu, BSN Posse, Rêve Disco Club y Meneo. Y sí, me he dejado para el final el combate de las noche, otra especie de test de incalculables consecuencias. A las 23:00 horas coincidirán, en cada uno de los escenarios, Izal y We Are Not Brothers. Los alcoyanos se encuentran en un momento dulce, que gane el mejor.