entrevista a la bailarina (parte II)

Sol Picó: “Ahora me apetece coreografiar, cuando antes quería estar siempre en el escenario”

23/11/2019 - 

ALICANTE. Seguimos recorriendo paso a paso, con detalle, el documental sobre la vida y obra de la bailarina y coreógrafa alcoyana Sol Picó, ‘De rodillas, corazón’, en una entrevista realizada a la artista en el IVAM CADA Alcoi, minutos antes de la proyección el pasado 9 de noviembre, a las ocho de la tarde.

-¿Qué secretos esconde el documental, que no sabemos, sobre Sol Picó?

SP: (Risas). Bueno, algunas cositas. Yo creo que hay una especialmente que me dio un poco de vergüenza, quería matar a Susana, claro, porque, durante dos años de persecución por su parte, al final no me daba cuenta de cuando estaba con la cámara, siguiéndome; es lo que todo el mundo me pregunta en los coloquios, el dejar ver tu vulnerabilidad, tu faceta más sensible, de cuando sientes que las cosas no han funcionado, desnudarte un poco. Aquí nadie es perfecto por mucho que nos empeñemos. Es el dejar ver esa faceta de fragilidad, que en el escenario no se ve tanto, porque no la hay tanto. Y no me importa mostrarla.

“Lo de la edad es una cosa muy relativa; obviamente no vas a hacer los ‘pinopuentes’ que hacías antes, ni ganas, pero la creación está ahí hasta los cien, hasta que se te acaben las pilas”


-¿Es el objetivo? ¿Humanizar a Sol Picó?

SP: Yo pensaba que no. Sinceramente, creía que estaba más enfocado a la creación, al objetivo de la carrera, al día a día de un artista. Pero Susana se lo llevó un poco más a la parte personal. Cuando lo vi me quedé un poco: “Vols dir?”. Me sorprendió mucho. Pero ella es muy inteligente; al final, cuando vemos el documental de un artista que nos interesa nos gusta ver su parte humana. Somos unos cotillas, en el fondo. El documental que le comenté del coreógrafo israelí, precisamente, lo más interesante es su parte humana. Cómo se relaciona con su mujer, con sus hijos, siendo ese personaje que a mí me alucina, a nivel creador, subido en el escenario.

-Un documental que llega con motivo de tus cincuenta años, y en el contexto del Premio Nacional de Danza que te concedieron en 2016, pero que a todos los que te seguimos nos hace un poco plantar las orejas. Tu nuevo planteamiento profesional suena a despedida, aunque no lo creo.

SP: A mí no me despide ni… ¡Vamos! (Risas). Qué va. En absoluto. ¡Si tengo más bolos que antes! Ya llevo 52 años, además, he pasado los cincuenta (risas). No, es obvio por una cosa natural, que no tiene que decírmelo nadie: el cuerpo cambia, las energías también. Ahora me apetece también coreografiar y ponerme detrás, cuando antes quería estar todo el rato en el escenario. Y me encanta. Descubro que es algo maravilloso, que no controlo mucho, por cierto, pero me alucina el proceso de creación de la coreografía, sacar partido a los bailarines. El último espectáculo, ‘Animal de sèquia’, ha sido un descubrimiento, con ocho bailarines jóvenes, a quienes les puedes pedir todo. Y cómo en sus cuerpos ves tu trabajo. Ha sido maravilloso. Pero yo me voy a seguir moviendo, hasta que me caiga a trozos.

 “Creo que el homenaje a Camilo Sesto ha llegado muy tarde; adoro su repertorio, de hecho, tengo piezas suyas en mis primeros espectáculos”


-¿Cuándo es, por tanto, el momento en que un artista debe retirarse?

SP: Yo creo que eso tienes que verlo tú mismo. Hay una hora siempre; hay un momento en el que “ya está”. Yo creo que es fácil saberlo. Yo tengo bailarines y coreógrafos que han tenido una carrera alucinante y a los 43 años han dicho “prou”, ya estoy, estoy harto de sufrir, me duele el cuerpo todo el día. Lo de la edad es una cosa muy relativa; obviamente no vas a hacer los ‘pinopuentes’ que hacías antes, ni ganas, pero la creación está ahí hasta los cien… Hasta que se te acaben las pilas.

-Otro gran artista alcoyano que también ha triunfado internacionalmente, como en tu caso, es el recientemente desaparecido Camilo Sesto. ¿Ha sido coherente el homenaje que se le ha hecho?

SP: Yo tengo la sensación de que a Camilo Sesto se le ha hecho muy tarde, el homenaje. Hubiera estado muy bien hacérselo antes, incluso, del nombramiento de su calle, ¿no? Cuando estaba en activo, no sé. Yo adoro su repertorio, aunque nunca le conocí en persona. En mis primeros espectáculos, de hecho, tengo piezas suyas.

-Doy la vuelta a la pregunta. Tantos premios y reconocimientos, ¿llegan a saturarte?

SP: A abrumarte, sí. Pesa, pero, por otra parte, yo siempre he sufrido mucho antes de estrenar, pensando “esto no le va a gustar a nadie”. El proceso de creación me lo tomaba como un drama. Y, ahora, pues estoy más relajada. Digo: “Esto es lo que sé hacer; al que le guste, bien, y al que no, pues no pasa nada”. Yo me intento superar, eso sí, porque soy muy estricta en este sentido. No me relajo precisamente porque ese peso, esa responsabilidad, como tú bien dices, está ahí. Pero el saberlo también me permite disfrutarlo.

-Dicen que el límite está en el cielo, y tú lo tienes claro. ¿Adónde van tus aspiraciones? Aunque ya te considero intergaláctica.

SP: (Risas) Tengo muchas. Es difícil concretar, y decirlo me da un poco de corte. En la carrera siempre hay lugares que he pasado rozando. Teatro de no sé qué, no sé dónde, el festival ‘x’… Que se me han resistido un poco. Al final, no he actuado. Para nosotros es como ‘el gran lugar’. Por ejemplo, un festival en Berlín, o un teatro en París… No, no te lo puedo decir. Por si no se cumple y esas cosas. Quedan muchas cosas, sí.

-Volviendo a la parte de atrás del escenario. ¿Sol Picó es más disciplinada o alocada? ¿Qué abunda? Está claro que tienes esta mezcla casi a partes iguales.

SP: Creo que trabajo los dos puntos en mí, un poco, por lo que voy viendo. Soy muy disciplinada, muy estricta, y no paso una, no ‘me’ paso una, sobre todo. Pero luego tengo, menos mal, esa parte un poco más fiestera y alocada. Desde los seis años estoy haciendo danza clásica –con María Jesús Rodríguez, una ex bailarina del Liceo de Barcelona, que tenía una academia en Santa Rosa, en Alcoy- y, eso es cierto, te coloca en un lugar, la disciplina la tienes ‘a sangre’. Esto me ha atrapado, porque a mí me gusta la disciplina, pero también ese carácter de mi ciudad me ha ido muy bien. Me ha ayudado, sobre todo, a quitarle trascendencia a las cosas, que para mí es lo más importante.

-Pinceladas sobre lo nuevo de Sol Picó.

SP: Un espectáculo que también irá a Girona, donde me rompí la rodilla, estoy preparando, a partir de un documental sobre la prostitución, de Susana, junto con ella, que también es actriz, y otra bailarina. Esto es lo primero que hago. Después, que ya es mi locura personal, un trabajo ‘multi-todo’, donde voy a hacer eso, de todo un poco, como una vedette. Se llamará ‘Malditas plumas’, entre la gallina, la de la vedette, claro, el desgaste también, un paralelismo con el Paral·lel, de aquella gente de los años veinte que decía las verdades envuelta en el ‘moaré’, pero que en realidad estaban todos muertos de hambre. Un poco hablar de la vida y de lo que nos está pasando en el siglo XXI. Se estrena la última semana de marzo en el Teatro Nacional de Barcelona. Ahora me meto a preparar el espectáculo de temporada alta, que se llamará ‘Red Room’; el 6 de diciembre lo presentamos. Hemos tenido un par de actuaciones con ‘Dancing with Frogs’, en Barakaldo y Catarroja, además del dúo ‘Cita a ciegas’, con Marco Mezquida, en Madrid, con la proyección del documental, en el Teatro del Barrio. Muchas cosas.

-La frase crucial del documental que te dijo tu padre: “Suerte, que el saber poco te vale”. Sería una locura pensar que tu éxito se apoya solo en el azar.

SP: Sí. Porque parece que sea que no has hecho nada, eso de “qué suerte has tenido”. Yo creo que lo importante, y cada vez me doy más cuenta, es estar ahí. Intentar levantarte cuando pasan cosas, porque pasan. Buscar la fuerza para no decaer.

-Aunque esas zapatillas rojas… Son imprescindibles, eso sí.

SP: Por un programa de la tele, donde iba a utilizarlas hace años. El suelo era negro, y mis zapatillas también. Se me propuso teñirlas de rojo. Fue algo casual.

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