Fue admirada y también criticada, pero de lo que no cabe duda alguna es de que Sexo en Nueva York abrió una necesaria puerta al feminismo en televisión de una manera tan osada como inédita
VALÈNCIA. En el cuarto capítulo de Sexo en Nueva York, el personaje de Charlotte Yorke inicia una relación con un tipo del que se ha enamorado. De las cuatro mujeres que protagonizan la serie, ella es la más conservadora y la más ingenua, así que durante un trayecto en taxi con sus tres grandes amigas, expone un tema que le preocupa: «¿Debería satisfacer a su novio y practicar el sexo anal?». El debate que viene a continuación, salpicado de argumentos a favor y en contra, es una de las escenas que mejor definen el valor de esta serie, que abrió camino en la televisión para el discurso feminista. Dicha escena fue también el termómetro con el que Darren Star, el creador de Sexo en Nueva York, pudo medir hasta dónde estaban dispuestos a llegar los ejecutivos de HBO. No hubo límites, así que las protagonistas hablaron de dildos, tríos y lesbianismo, entre otros temas, con la misma naturalidad con la que se tomaban un cóctel. Según la periodista de Vogue Patricia Moreno, «la serie fue hija avanzada de su tiempo, porque trataba temas vinculados a la sexualidad femenina que no se solían abordar en producciones mainstream. De hecho, recuerdo que en España se emitía pasada medianoche, muy curioso teniendo en cuenta que, por la tarde, muchas jóvenes teníamos a nuestro alcance telenovelas donde se daban malos tratos, violaciones y vejaciones de hombres a mujeres por doquier».
En el primer episodio, las cartas ya están sobre la mesa. La periodista Carrie Bradshaw, que escribe una columna semanal sobre las mujeres urbanitas, el sexo y las relaciones, plantea la cuestión: ¿Han renunciado las mujeres de Nueva York a su papel tradicional para tener el poder al igual que lo tienen los hombres? Bradshaw era, en realidad, un trasunto de la periodista Candace Bushnell, autora del libro que Star hizo serie. Sarah Jessica Parker pasó a encarnarla y, de paso, a encarnar un modelo femenino inédito en la televisión. Como el resto de sus amigas, era una profesional reconocida e independiente, que debe sopesar las renuncias que implica la, siempre buscada, relación romántica estable. Con ella está la publicista Samantha Jones, magistralmente interpretada por Kim Cattrall —llegó a rechazar el papel hasta cinco veces—; la abogada Miranda Hobbes, a la cual dio vida Cynthia Nixon y Charlotte Yorke, que fue interpretada por Kristin Davis y es la única de las cuatro actrices que no fue premiada por su trabajo durante los seis años que duró la serie.
Pero Sexo en Nueva York (Sex and the City en versión original) era mucho más que sexo. El estilo jugaba un papel fundamental, para bien y para mal. Carrie encarnaba a una víctima irredimible de la moda, que soñaba con comprarse unos manolos (los exclusivos zapatos de Manolo Blahnik), a la vez que ejercía como icono de estilo. A Parker también le costó aceptar la oferta para estar en la serie, quería centrarse en el cine, pero, como se iba a rodar en Nueva York e inicialmente solo serían trece capítulos, aceptó. En cuanto al elenco de personajes masculinos, es casi como un Pantone de la masculinidad: machos tóxicos, empotradores, narcisistas, hombres de pene diminuto, amantes del cunnilingus, así como también algunos buenos ejemplos de lo que hoy llamamos nuevas masculinidades y que son más viejas de lo que creemos: hombres que mantienen una buena relación con sus emociones y con la razón.
De entre todos ellos destaca Mr. Big, personaje que debía haber sido para Alec Baldwin pero finalmente encarnó Chris Noth. Mr. Big es rico y seductor, y desde el primer episodio estará entrando y saliendo de la vida de Carrie. Esta relación provocaría que, en sus últimas temporadas, la serie acabara convirtiéndose en una comedia romántica; es decir, lo opuesto a lo que había sido hasta entonces. Parker intentó defender esa deriva diciendo que «esta serie va sobre el amor, no sobre el empoderamiento», pero no coló.
El contrato de Parker incluía una cláusula por la cual no se desnudaría ante la cámara bajo ningún concepto —de hecho, es la única de las cuatro que no lo hace—. Sin embargo, y eso también fue una novedad —propiciada por el hecho de que HBO fuese una emisora de cable—, sí que se veía algún desnudo masculino. Cuando, en 2021, se estrenó And just like that, la secuela de la serie, los guionistas trabajaron duro para corregir algunos de los errores de su antecesora. De este modo, la serie apostó por la inclusión y la diversidad racial, e hizo el esfuerzo de acercarla también a la realidad porque, por muy empoderadas que estuvieran aquellas cuatro amigas del Nueva York del fin de siglo, no dejaban de ser mujeres blancas con un envidiable nivel de vida.
La culpable de que la moda se convirtiera en un elemento fundamental en la serie fue Patricia Field, la responsable de vestuario. Ella eligió el tutú que lleva Bradshaw en los títulos de crédito —costó cinco dólares— y también el traje de Versace que luce en uno de los últimos capítulos y que Parker describió como «el traje que no era necesario sacar».
Duración: Seis temporadas que se estrenaron en Estados Unidos en junio de 1998 y en mayo de 2000 en España.
Horario de emisión en España: A las 23:00 horas, al acabar Los Soprano.
Premios: Fue la primera serie de cable en ganar un Emmy a la mejor comedia; en total ganó siete Emmys y ocho Globos de Oro.
El mito: Parker y Kattrall no se soportaban.
Spin-of: And Just Like That, que este 2023 estrena segunda temporada en HBO Max.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 103 (mayo 2023) de la revista Plaza