VALENCIA. A nuestros políticos les gustan las series. Y no sólo las consumen, sino que les buscan el sentido. Casi todos admiten haber encontrado alguna lección en las historias de la pantalla chica. Ximo Puig recurría a la mítica El ala oeste de la casa blanca en su discurso de investidura para recordar que “a veces también ganan los otros”, mientras que Mónica Oltra se decantaba por Borgen en más de una entrevista. La serie protagonizada por la política Birgitte Nyborg, con cierto parecido físico a nuestra Vicepresidenta, basaba su argumento en no dejar pasar la oportunidad de alcanzar un gobierno en Dinamarca a base de coaliciones entre varios partidos, de forma parecida a cómo se logró constituir el actual Consell.
Tanto le debió gustar Homeland a Pedro Sánchez que, debido a su acuerdo con Ciudadanos, no dudó en volar por los aires la cohesión entre sus barones territoriales. Al igual que el sargento Brody, se puso un chaleco explosivo programado para eliminar las diputaciones provinciales. Aunque al final, consciente del peligro que le acarreaba, se achantó en el último momento, como le ocurrió a Brody, y tuvo un lapsus en su primer discurso de investidura el pasado martes al olvidar mencionar el asunto.
Su socio de intento de coalición Albert Rivera, al que hemos visto este año concediendo entrevistas televisivas un día sí y otro también, prefiere la serie española Aída, un lugar perfecto para uno de sus posibles cameos catódicos. Lástima que ya no se emitan nuevos episodios. Al menos sabemos que el líder de Ciudadanos tiene sentido del humor estilo comedia de Globomedia.
Pablo Iglesias probablemente ha sido el más insistente sobre sus gustos, con su reiterados guiños a Juego de Tronos. Tan obsesiva parece su predilección que publicó un libro entre varios autores titulado “Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de Tronos”. En él disertaban, entre otros aspectos, sobre la importancia de conquistar la total legitimidad para gobernar, la verdadera fórmula para alcanzar la “legalidad con la que evitar un largo invierno”. En definitiva, que los herederos del 15M eran conscientes que tenían que pasar por las urnas para legitimar sus reivindicaciones más allá de las acampadas en las plazas, las manifestaciones, los debates en los ambientes universitarios y los programas de televisión.
Aunque Podemos no ha alcanzado el gobierno de Invernalia, no cabe duda de que ahora ya son un partido con gran peso en el tablero de juego, por lo que las referencias seriéfilas también deben ampliarse en busca de nuevos mensajes que se adecúen a su realidad actual. La semana pasada Pablo Iglesias reiteraba en Twitter su opinión sobre The Wire, la que considera la mejor serie de la historia. Visto lo visto, antes de que publique su siguiente libro sobre las lecciones políticas que nos presenta The Wire, nos atrevemos a dar unas breves pinceladas sobre algunos aspectos de la obra cumbre de David Simon bajo la perspectiva de nuestra realidad política:
Viendo The Wire por segunda vez; es la mejor serie de la historia. La ciudad protagonista, el poder como relación... pic.twitter.com/SxDDvLmZFn
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) 26 de febrero de 2016
The game is the game y la Cultura de la Transición
El líder del narcotráfico Avon Barksdale recomendaba a un viejo soldado que asumiera lo que hay: “The game is the game” (“el juego es el juego”), y aunque “todas las piezas importan” (Lester Freamon), “el rey sigue siendo el rey, y todos siguen siendo lo que son” (D’Angelo Barksdale). En definitiva, que aunque “estamos todos en el juego” (Omar Little), no es posible maniobrar de forma distinta a cómo nos tutela el sistema. Se jugarán diferentes partidas, distintos gobiernos, pero no se nos permite cambiar el tablero.
Un tablero de juego que en nuestro caso lleva un manual diseñado por los ideólogos de la Cultura de la Transición, el concepto que, según algunos teóricos, resume la interpretación del sistema español heredado desde entonces, en el que el poder fuerza hacia una cohesión perpetua de la que no podemos salirnos. Unas cartas en cierto modo amañadas con una salida complicada para Pablo Iglesias.
Ni ganar ni morir: sobrevivir
La lección más trágica de la serie para el líder de Podemos contradice la máxima de su libro sobre Juego de Tronos, que comenzaba su título con “Ganar o morir”. En The Wire morir se muere bastante, pero las victorias no duran. O como decía Pryzbylewsky: “Nadie gana. Un bando pierde más lentamente”.
A lo máximo que se puede llegar es a sobrevivir, como bien demuestran las tramas protagonizadas por McNulty, que insiste sin éxito en su particular odisea contra el narcotráfico. En un momento dado la Cultura de la Transición de Baltimore pondrá cartas en el asunto y frenará cualquier avance, como vimos cuando Daniels tuvo que parar la investigación que pisaba los talones al político Clay Davis. En este caso la CT se ocupó de enterrar la investigación, promocionando a Danielscomo premio por olvidarse del asunto. Daniels así sobrevive, pero también el corrupto Clay Davis. El sistema no cambia. Sálvese quien pueda.
Las estadísticas policiales son el nuevo CIS
Las estadísticas policiales en The Wire se maquillan para proteger a los políticos en el gobierno y que así se mantengan en el poder. Si la tasa de asesinatos se les dispara, se modifican las causas de la muerte por las de suicidio, accidente o lo que haga falta, aunque dicho “accidente” lleve incluido dos balazos en la frente. Y si no hay forma de detener el narcotráfico en las calles, como se hace con las bebidas alcohólicas en las calles de Norteamérica, se envuelve el problema en una bolsa de papel y así nadie ha visto nada.
Sobre estos maquillajes saben bastante los dirigentes de Podemos después de las últimas elecciones, cuando los resultados del barómetro del CIS dibujaban un determinado panorama, aunque después se demostró que la realidad no era exactamente así. La diferencia de número de escaños entre el último barómetro y la realidad distó en 22 escaños menos de los que finalmente lograron (de 47 a 69), mientras que Ciudadanos salía beneficiada en cada estudio aunque al final no alcanzara las expectativas creadas.
Idealismo o amor al poder
El poder cambia a la gente, y no para bien. Le pasó a la idealista Birgitte Nyborg en Borgen, como le ocurrió a Carcetti, el candidato a Alcalde de Baltimore que se dedicaba a remover la basura de la ciudad en sus primeras apariciones. Carcetti lograba después alcanzar la alcaldía, aunque una vez en el gobierno las reivindicaciones por el bien de la ciudad pasaron a un segundo plano. Para entonces era más importante mantenerse en el poder fuera como fuera. Un síndrome endémico de la clase política, según la obra de David Simon, de la que no se libra nadie.
La cárcel por sí sola no elimina la delincuencia. La vuelve crónica
Reflexionaba Simon con Obama sobre las consecuencias sociales de la ineficacia del sistema en una interesante entrevista que encontrarán en Youtube. En el caso de la delincuencia, la cárcel activó un círculo vicioso para la población de las prisiones norteamericanas: los camellos se convertían después en delincuentes peligrosos o en parados crónicos, porque una vez volvían a las calles no tenían otra posibilidad que volver a las andadas.
Este callejón sin salida se podría trasladar a nuestros casos de corrupción, ya que al fin y al cabo se trata también de delincuencia. Cabe preguntarse si es suficiente, para vencer el problema, perseguir la corrupción hasta lograr una condena (y devolver el dinero), o son necesarias otras medidas que fomenten un cambio cultural radical además de la reinserción de los condenados, porque corremos el peligro de entrar en un perpetuo bucle. Medidas que no hemos escuchado mencionar a ningún político, ni tampoco a Pablo Iglesias, más allá de la máxima de perseguir la corrupción.
Si no vendes bien el producto, cambia el envoltorio
Sobre asuntos de economía, The Wire nos habla de un interesante caso en la figura del narcotraficante convertido en hombre de negocios Stringer Bell. Su teoría para ganar mayor mercado nos da una lección perfectamente aplicable para la política: “Si no vendes bien el producto, cambia el envoltorio”. En más de una ocasión habrán escuchado a los miembros de Podemos la teoría de que el nuevo partido de Albert Rivera no es más que una versión renovada del Partido Popular. Quién sabe si algunos hicieron caso a las estrategias de marketing de Stringer Bell.
Amores imposibles
¿Qué les pasa a las parejas en The Wire? No parecen ser un territorio con futuro. Por ejemplo, McNulty y la ayudante del fiscal Pearlman mantuvieron una relación casual que al final no llegó a nada, apenas unos revolcones. Tal vez sea mejor no entrar en este tema porque cualquier parecido con la realidad puede ser pura coincidencia. Nos quedamos entonces recordando a la pareja de McNulty y Bunk en la mítica secuencia donde estudiaban el lugar de un crimen con el mejor diálogo visto jamás en una serie de televisión. Una escena que es perfectamente trasladable a otra con un Errejón y Pablo Iglesias mirando por la tele la firma del acuerdo de Sánchez con Rivera: “Fuck”, “fuck”, “fuck”.
Si es que ya lo dijo Omar Little: “Si intentas matar al rey, no falles”.