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tribuna invitada / OPINIÓN

¿Se merecen los programadores un Día Mundial?

13/09/2021 - 

Si te preguntan cuál es el mayor número potencia de 2 que cabe dentro de 365 que son los días de un año, seguro que lo primero que pensarías es que estás hablando con uno de esos frikis de lo binario. Efectivamente, ¡así es! Esta es la pregunta que se hizo un programador ruso en 2002, Valentin Balt, para proponer una fecha en el año que fuese considerada "el día del programador". Era lógico pensar en múltiplos de dos, puesto que la programación se basa en el sistema binario de base dos y la respuesta a la que llegó es que 2 elevado a 8 da 256 y cabe dentro del año mientras que el siguiente, 2 elevado a 9 da como resultado 512 y ya se nos va. Por tanto, tenía que ser el día 256º del año que coincide con el 13 de septiembre en años normales y con el 12 de septiembre en años bisiestos. Inició una recogida de firmas y en 2009 en Rusia se aprobó por el gobierno esta fecha como el "Día del programador" y tras ellos fuimos todos los demás. Bueno, todos los demás no, los chinos querían dejar también su impronta y hasta enmendar la plana a Occidente y pusieron su Día de programador el 24 de octubre, que en la notación anglosajona sería el 1024 (mes/día) que es equivalente también a un 2 elevado (esta vez a 10) y que tiene la particularidad de que no es afectado por los años bisiestos, ¡zasca Occidente! 

Y aquí estamos, celebrando el 13 de septiembre como el Día internacional del programador. Podemos preguntarnos: ¿de verdad se merecen un Día? ¿Cómo no iba a haber un Día Mundial para la profesión que actualmente más está cambiando el mundo? Literalmente, el software que crean está rediseñando el mundo que conocíamos hasta hace poco. 

En 2011 este fue el titular más comentado tras un artículo de uno de los pioneros de Internet, fundador de Netscape, Marc Andreessen, en The Wall Street Journal: "El software se está comiendo el mundo". Hoy, diez años después, si pensamos en las empresas de más valoración, o las imprescindibles en nuestro día a día, veremos que son empresas de software, incluso sectores centenarios como la banca, los medios o el comercio son ahora esencialmente empresas de software. Las ventajas de unas empresas respecto a otras se basan ahora más en lo bueno y en lo bien pensado que sea su software que en otros parámetros. Piensa, por ejemplo, en la experiencia de compra con unas empresas o con otras. Excepto que sean un monopolio o un oligopolio, si el cliente puede cambiar con libertad lo hará siempre hacia las empresas cuya experiencia de compra sea más satisfactoria. Detrás de esa ventaja competitiva están, sin duda, sus arquitectos de software y sus programadores

Yo soy desarrollador y cuando veo al equipo desde fuera siento que frente a cualquier reto su convencimiento es que hará más eficiente y eficaz cada proceso tradicional aplicando el mejor software disponible. Somos, además, miembros de una "tribu", en el sentido del libro con ese título de Seth Godin. Es decir, "un grupo de personas conectadas unas a otras, a su vez conectadas a unos líderes, que comparten una cultura y con una idea o propósito común". No conocemos ninguna profesión en la que el sentido de comunidad sea más claro y real. Aprenden unos de otros y un programador senior siente que tiene la obligación moral de ayudar a los programadores junior, del mismo modo que hicieron con él cuando comenzaba. Un 77% de los programadores declaraba en una encuesta reciente que tener el apoyo de la comunidad y ser activos en ella reducía el tiempo que necesitaban para implementar una solución software y el 31% iban más allá y también consideraban que no solo aumentaba la rapidez sino también la calidad del software que producían. Por lo tanto, ser parte activa de la "tribu" produce excelencia y eficiencia a sus miembros

Además, el código permite crear, es una herramienta de expresión del programador. Cada programador tiene su estilo para resolver un mismo problema. En su libro "Hackers and Painters", el programador, inversor y ensayista, Paul Graham intenta demostrar que un programador está más cerca de un pintor que de un ingeniero o de un matemático pese a la creencia general opuesta. No solo considera ambas como oficios creativos, sino también como actividades makers que para ser excelentes requieren de actitudes emocionales muy similares, por ejemplo, la empatía. Para Graham "la empatía es la gran diferencia entre un buen hacker y uno mediocre" igual que ocurriría con un pintor frente a su modelo. Para un hacker sin empatía será "muy difícil crear un buen software si no son capaces de ver las cosas desde el punto de vista del usuario de ese software". 

Por todo lo anterior creo que es de justicia celebrar este Día internacional del programador, para agradecer su labor, para fomentar vocaciones y aumentar la "tribu" que hoy se estima en unos 23 millones de desarrolladores en todo el mundo con la previsión de que serán 27 millones en 2023, pero también para imbuirnos todos de la cultura hacker, esa nueva cultura optimista que cree firmemente que el software puede mejorar el mundo como ninguna tecnología anterior ha podido hacerlo. 

Feliz Día del Programador.

Óscar Del Río, fundador y CEO de Interacso.

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