Cultura

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Las artes ocultas de Rafa Company

  • FOTO: KIKE TABERNER

VALÈNCIA. Rafa Company (València, 1962) lleva, como tanta y tanta gente, un viajero dentro. Pero ese viajero ha ido mutando con el tiempo. Antes era el turista empollón, que llegaba al destino con todo aprendido. Qué ver, dónde ir, qué comer. Hasta que se hartó de ir predestinado, dirigido por las guías, y ahora prefiere dejarse sorprender y que la ciudad que visita le vaya llevando por un sitio u otro. El director del MuVIM estuvo este último verano en Toulouse —en la región de Occitania, al sur de Francia— y se encontró con una exposición que le sacudió. «Fue brutal, sobre la cruzada contra los albigenses, los cátaros, en dos espacios monumentales».

A este hombre culto le chiflan los museos. Aunque, excesivamente diplomático, se niega a recomendar uno de València que no sea el suyo. Solo hace una concesión con uno de fuera, el entretenido Museo de Historia Natural de Londres. Y no olvida el impacto de la primera vez, con dieciocho años, durante un viaje con el instituto. «Recuerdo que íbamos paseando por las salas y, de repente, escuchamos un latido. Dimos una vuelta y apareció un feto humano, de unos dos metros y medio, sobre un fondo oscuro, en el interior de la placenta latiendo. Jamás lo olvidaré. Aquello era lo inesperado. Era aprender de una manera completamente distinta. Es caro, es obvio; enseñar de otra manera requiere un incremento de inversión muy grande, pero vale la pena el esfuerzo. He vuelto a visitar ese museo y sigue siendo muy interesante ver en la cola a mamás inglesas, arregladas pero informales, llevando a sus críos. Y ver a papis con el nene a cuestas. Los ingleses hicieron una gran apuesta, influidos quizás por la climatología: convertir los museos en un buen refugio para el mal tiempo».

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