Cultura

Cuando no había streaming

La bola de cristal, ¿qué tiene que a todo el mundo le sigue molando?

VALÈNCIA. Hubo un tiempo en que la televisión era, como decía aquella canción del Aviador Dro, nutritiva. No sabría decir exactamente cuándo las emisoras generalistas dejaron de preocuparse por la calidad y, salvo honrosísimas excepciones (Wyoming, Buenafuente, Polonia...), lo mandaron todo al garete para lograr una audiencia al precio que fuese, dejando el tema de la creatividad de calidad en manos de lo que hoy conocemos como plataformas. Lo que sí sé localizar son algunos de los momentos de gloria de esa televisión hecha aquí, que no tenía nada que envidiar a la de otros lugares. 

La bola de cristal es uno de esos títulos. Pertenece, al igual que La edad de oro, a una época en la que la Transición española se cruzó con la movida. Ambos fueron fruto de ese encuentro, gracias al cual, esa bocanada de modernidad llegó a los comedores de millones de hogares. La edad de oro, estrenado en primavera de 1983, era un programa para iniciados que también veían los curiosos que querían estar al día, así como miembros de los sectores más carcas, que allí encontraban motivos de indignación al ver en qué clase de estercolero moral se estaba convirtiendo esta noble nación. Por el contrario, La bola de cristal era un programa aparentemente inocuo. Al estar dirigido a los niños y tener marionetas, resultaba más amable. Llamaba menos la atención, aunque las quejas no tardaron en llegar.  La bola de cristal fue un programa tan entretenido como exquisito e inteligentemente subversivo.

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