CASTELLÓN. Pasen un día en la magnífica Peñíscola, cuya belleza llevó a los responsables de Juego de Tronos a querer convertirla en Desembarco del Rey (no pudo ser). O visiten Morella, siempre incluida en la lista de pueblos más bonitos de España. Aunque el sol y playa por lo que más se conoce a la provincia de Castellón. Una etiqueta incompleta, ya que cuenta, por ejemplo, con una excelente y extensa red de turismo rural.
Pero sí, la mayoría de visitantes -el 80% procedentes del mercado nacional- vienen en busca de buen tiempo. Unos atractivos que en 2014 sedujeron a más de un millón de personas. A falta aún de cifras oficiales de balance, desde el sector se calcula un incremento de un 10% en el número de visitantes respecto al año anterior. Buenas noticias, sin duda.
Costa Azahar es, cada vez más, un destino vacacional low cost, pese a sus indudables potencialidades. La crisis, cómo no, ha influido, pero los expertos apuntan a un modelo turístico caduco, anclado en el siglo pasado y demasiado focalizado en la segunda vivienda, como causa fundamental que explica esta circunstancia.
Olvídense de los yates y el champán: el turista de Castellón se lleva el tupper de tortilla de patata a la playa y, después de cenar, se da un paseíto con la familia mientras disfruta de un helado «a la fresca». Una generalización, claro, y por lo tanto injusta; pero los datos son testarudos, y dicen que la provincia está muy lejos de competir en la primera división del turismo nacional.
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