Hoy es 22 de noviembre

BOB ESPONJA EN BUCLE SIRVE PARA ENLAZAR EL FINAL DEL VERANO CON EL INICIO DE CURSO 

¿Quién vive en la piña, en el fondo del mar? ¿Es Bob Esponja el nuevo Los Simpson?

6/09/2018 - 

Entre 1946 y 1958 el Atolón Bikini, actualmente en la República de las Islas Marshall, pero en aquel momento, y hasta 1990, bajo mandato norteamericano en el Fideicomiso de las Islas del Pacífico, fue el escenario de más de 20 detonaciones de bombas nucleares y de hidrógeno, dentro de lo que se denominó Territorios de Prueba del Océano Pacífico.

Un atolón deshabitado de unos 6 km² de superficie, compuesto por 36 islas que bordean una laguna de unos 594,2 km². Demasiada casualidad para no ver la relación entre este Patrimonio de la Humanidad declarado en 2010 y el Bikini Bottom (Fondo de Bikini) donde se encuentra la residencia con estilo arquitectónico de fruto de bromeliácea de una esponja marina amarilla con forma de estropajo de fregar cacerolas, inocente como un niño (inocente), trabajador hasta la extenuación como un esclavo con el cerebro absorbido por el germen del capitalismo, irritante o adorable según gustos, sin término medio, o se le odia o se le adora, habitualmente por este orden.

El final del verano es un período de transición entre un bucle contínuo de episodios de Bob Esponja y una selección de greatest hits que acompañe a madres, padres, niños y niñas en el duro purgatorio otoñal.

Hay una sólida, y documentada, leyenda urbana que otorga a Los Simpson, la serie creada por Matt Groening en 1989, poderes anticipatorios, pero lo que puede que nos sepan los amantes de las teorías conspirativas “sin niños”  es que SpongeBob SquarePants (Bob Esponja Pantalones Cuadrados) tiene para los infantes el mismo efecto que la programación de Neo en Matrix. Hace unas semanas un niño de tres años cuyos padres no lo han llevado nunca a comer a un chino, un japonés, un thailandés o similar, reconoció perfectamente unos palillos chinos en su fundita de papel negra decorada con ideogramas en mandarín. ¿Por qué? Porque lo había visto en un episodio de Bob Esponja unos días antes. 

A Bob Esponja se le odia o se le ama, ya sé que suena a tópico manido, pero es una verdad indiscutible (en el fondo del mar y a nivel de tierra). Yo lo adoro, mi madre lo odia con todas las fuerzas de que es capaz una señora que aguantó estoicamente el puños fuera, pechos fuera (con el paso del tiempo, no puedo testificar si esto es fake o sucedió en realidad) de Mazinger Afrodita. Pero es que una sobredosis de la esponjita puede ser hasta alucinógena.

El elenco creado por el biólogo marino Stephen Hillenburg, en un arduo trabajo que comenzó en 1984 y se materializó con el estreno del primer episodio el 1 de mayo de 1999, en la cadena norteamericana especializada en contenidos infantiles Nickelodeon, se compone de:  la susodicha esponja asexuada como si el Morrisey más melifluo protagonizara Mr. Bean; una estrella de mar rosada que podría ser perfectamente un personaje de Roseanne; un calamar, Calamardo, que es en realidad un pulpo mitad Sheldon Cooper, mitad el frutero de 7 Vidas; una ardilla de Texas con escafandra que nos recuerda con cariño al emprendedor astronauta republicano hasta la médula Maurice Minnifield de Doctor en Alaska, en versión cola peluda; un Tío Gilito con caparazón de cangrejo que en el transcurso de los episodios cambia de tratamiento, del Don arcaico de los inicios, al Señor Cangrejo actual, propietario del Cangrejo Crujiente, epítome de la comida ultrarrápida en el fondo del mar; Plankton, un Jocker en miniatura, pisable y adorable; el caracol Gary, a quien podemos imaginar acariciado por Ernest Stavro Blofeld, el líder de Spectra, mientras rezuma baba de caracol antebrazo abajo; más una interesante colección de secundarios eventuales o no tanto, como la sufrida Sra. Puff, una pez globo que calcula sus encuentros con la inocente esponjita en shocks anafilácticos que le ponen la piel tersa como una pelota de baloncesto. En la proyección en pantalla grande de Bob podemos encontrar a un Antonio Banderas travestido de Johnny Depp-Jack Sparrow, y la lisérgica aparición de David Hasselhoff en Bob Esponja: la película, en 2005.

Los guiones de las aventuras de la esponja con pantalones cuadrados no contienen esos planos superpuestos tan reconocibles en Los Simpson, que hacen que en cada episodio se puedan producir dos y hasta tres visionados diferentes, uno infantil, uno para adultos y otro para frikis, con sus correspondientes gags, situaciones y dobles interpretaciones. Bob Esponja es fundamentalmente heredero de Krazy Kat, de Bugs Bunny, del slapstick de Charlot, el Gordo y el Flaco, Buster Keaton o Harold Lloyd. Lo que lo hace diferente, lo que lo hace atractivo a parte del público adulto, lo que hace que puedas seguir tragándote la insufrible risa de chiflado de Bob, las quejas constantes de Calamardo, la caza de medusas, las pompas de jabón, la dieta a base de burguer cangreburguer, son los destellos de locura underground que la incorporación de Kazimieras G. Prapuolenis, Kaz, el guionista y dibujante norteamericano de origen lituano, mete con cuentagotas en las historias, los gags y las distorsiones del dibujo amable y estilizado que gasta la serie, desde los personajes, hasta la arquitectura de la piña, el ancla, el cubo de cebo, el moai o el propio local Krusty Krab que sirven de moradas a los protagonistas de la serie. De vez en cuando, sobre todo en los zooms, los detalles, los momentos de conflicto que llevan el delirio más allá de los límites de los psicotrópicos, el dibujo se distorsiona y aparece el espíritu de Shelton o Crumb en los pinceles de Kaz.

Ilustrador y colaborador de insignes cabeceras del mundo underground del cómic norteamericano, como Raw, Mad o Weirdo, en 1992 empezó a dibujar Submundo (Underworld), una tira cómica de temática adulta que mete las narices en gran parte de los semanarios alternativos, hasta convertirse en el heredero de la popularidad de los Freak Brothers de Shelton. “Yonkis vocacionales, ratas mutantes, un gato que fuma, peluches parlantes y paletos de la América profunda. Mezcla gags inocentes y salvajes que combina la estética amable de los dibujos animados de los 50 con una actitud punk". Esta actitud se cuela en Bob Esponja como un soplo de aire fresco entre las grasientas paredes de la cocina donde el cocinero Bob Esponja elabora sus sabrosas hamburguesas. “Estamos trabajando ahora mismo en la undécima temporada y estamos llevando al límite ciertas cosas”, declaró Kaz recientemente en una entrevista publicada por el semanario Tentaciones de El País.

La única duda que se nos queda a los “padres con hijos que están enganchados a Bob Esponja” es: ¿cómo es posible que nadie haya patentado la burguer cangreburguer y sembrado de Crustáceos Crujientes los alrededores de los centros comerciales del mundo mundial?


next
x