Ciudadanos tiene un dilema: quiere crecer, quiere dar el sorpasso al PP y quiere ser opción de Gobierno. Eso es lo que busca Rivera en la Moncloa, Toni Cantó en la Generalitat y algunos alcaldables en sus ayuntamientos. En definitiva, Ciudadanos ha mutado. Ya no es esa formación progresista cuyo mensaje central era la regeneración del sistema político español y su lucha contra el nacionalismo (fundamentalmente) catalán. Las circunstancias y el devenir de la política nacional (con todos los acontecimientos derivados del procés y la moción de censura) han situado a Ciudadanos en otro status. Y para rematar su reubicación, las elecciones andaluzas le han situado en el eje del centro-derecha al haberse aliado, aunque sea de forma indirecta (pero consciente), con Vox. La puntilla a su discurso ha sido la decisión de la cúpula de no pactar con el PSOE, con el PSOE de Pedro Sánchez. Con ello, Ciudadanos se ha entregado con cuerpo y alma, y posiblemente dejando atrás alguno de sus principios fundacionales, al eje del centro-derecha.
¿Bueno o malo? ¿Mejor o peor? Pura estrategia, y puro riesgo, de consecuencias, a día de hoy, incalculabes. Pero, lo que está claro es que el discurso de Ciudadanos en el ámbito nacional y autonómico es uno, muy posicionado y alejado del centro, y el de las ciudades, es otro, quizás más original, pragmático y centrista. Pero la pregunta es ¿por qué ha abandonado el centro? La respuesta es clara. Ciudadanos se ve con opción de Gobierno en muchas instituciones y ha marcado distancias con el PSOE de Pedro Sánchez para taponar el discurso del PP (y de Vox), que le sitúa como partido veleta.
Ciudadanos podrá mantener ese discurso de brocha gorda en la citas de ámbito nacional y europeo. Posiblemente, tenga problemas en mantener su discurso en algunas partes de la Comunitat Valenciana -ha cambiado de enemigo, ahora es el PSPV, y no el PP- y le dificulte, y mucho, si no modula, en la política municipal. ¿La razón? El contexto de cada ciudad es diferente y la composición de mayorías, con muchos matices. El ejemplo más claro es Alicante, donde la comunión entre PP y Ciudadanos no acaba de funcionar: ni lo fue en la oposición ni lo es ahora con el PP en el Gobierno. Pero eso es extrapolable a Benidorm, donde tampoco existe un feeling total. Funciona en Orihuela por el pragmatismo (y la avidez) de Ciudadanos; es un desastre en Torrevieja, y el Elche sí ha cambiado es más por el ímpetu que pone Pablo Ruz que por el de la formación naranja. Ruz sabe que sin Ciudadanos (y un tercer socio) no puede ser alcalde. En el resto de plazas deberían cambiar mucho las cosas para que Ciudadanos sea relevante en la composición de alianzas, aunque todo es posible (si se da la irrupción de Vox).
Pero ese discurso de brocha gorda, el de culpar al nacionalismo y al PSPV de todos los males de la Comunitat, el de llevar el centro del debate a la cuestión identitaria y dejar de lado la ideológica, también le puede perjudicar en determinadas ciudades medias, en las que los naranjas podría alcanzar alcaldías. Los municipios de las áreas metropolitanas de Alicante y Elche pueden ser el ejemplo, y la dificultad a la vez.
Y por no decir en los municipios de menos de 5.000 habitantes en los que Ciudadanos ha hecho un verdadero esfuerzo para ganar implantación y militancia.
Posiblemente, en estos momentos, la gran diferencia entre el PP y Ciudadanos en la provincia de Alicante sea el voto en los municipios. Además de tener más estructura, y por tanto, solidez, el PP sí que es consciente de que en determinadas comarcas no puede ir más allá a riesgo de perder lo que no ganará en las ciudades. De ahí que la apuesta de Ciudadanos esté depositada toda en el voto urbano, en el flanco de la derecha, a riesgo de un crecimiento, de momento, ineficaz territorialmente. Aunque hay dos comarcas que se avecinan claves: la Marina Baixa y la Vega Baja. Un aumento considerable de los naranjas puede acercarles a su objetivo, aunque las encuestas, al menos, la de Alicante Plaza, revela que la formación de Albert Rivera es la gran damnificada por su apuesta por la simplificación de su mensaje, o la desviación del original. Y lo peor es que no se augura una apuesta por el equilibrio, por la centralidad, por mucho que Rivera se empeñe en hablar de ello.
El número dos del PP visita Orihuela el lunes para deshacer el entuerto de la candidatura local. No es la primera vez que Teodoro García-Egea se ve en una de estas: tuvo que mediar para que Vox se sumara al pacto andaluz sin soliviantar a Ciudadanos. Y lo hizo. Ahora bien, intentará que no hay ni vencederos ni vencidos en la batalla oriolana, pero lo que está claro es que todo no podrá ser: se me antoja difícil lo de situar a Dámaso Aparicio de número dos y, además, de diputado provincial. Será una cosa o la otra, pero las dos juntas, difícil. Lo que veamos en Orihuela será un preludio de lo que pueda pasar en otras listas del PPCV. Génova exhibirá su poder.