VALÈNCIA. El Levante no solo perdió en Huesca, perdió con descalabro. No por lo redondo del 3-0, sino por la espesa nube que fue el segundo tiempo en El Alcoraz y, para colmo, por el denominador común en los tantos del equipo de Ziganda: tres errores en las marcas. De bulto, sobre todo, el segundo. La realidad es que el Levante se estropeó en territorio aragonés. Y lo positivo, que está absolutamente a tiempo de arreglarse. Ni la derrota es un siniestro total ni las concesiones a balón parado son una enfermedad sin remedio, por mucho que los fantasmas de un pasado no muy lejano en esas lides inicien algún brote de dudas.
La realidad de Huesca
Cierto es que, de haber llegado de otra manera el fin de la racha de 20 partidos invicto, el discurso del "no se puede ganar eternamente" que pronunció Javi Calleja tendría un sentido mayor. No existe el equipo que gana siempre y nunca cae, pero también se puede caer de pie. Y este sábado el Levante fue tropezando hasta acabar hincando la rodilla. Hasta aquí, la realidad de Huesca.
La realidad del Levante
Otra distinta es la del propio equipo. En muchas retinas quedan disparates defensivos y no hay que marcharse necesariamente a la pasada temporada. Este mismo curso también ha habido terror defensivo, pero se carga de razón el propio Calleja cuando dice que, al menos bajo su batuta, no se habían producido los errores que, en cadena, sí condenaron al equipo en Aragón. No se puede borrar el resultado de los registros del campeonato, pero no deja de ser un patinazo posible de enderezar ya desde la próxima jornada.
La cuenta vuelve a cero. El asunto del récord, si a alguno le provocaba un ruido demasiado estridente y confuso, ya se ha esfumado y no volverá. A la temporada ya no le quedan 20 partidos. Borrón y cuenta nueva.