ALICANTE. Fue su condición de hijo de Roberto Íñiguez, exbaloncestista y hoy técnico del Sopron húngaro de baloncesto femenino, lo que le llevó a nacer en Burgos, pero no esconde que se siente valenciano y menos que está disfrutando tanto en Alicante y con el Hércules que no le importaría seguir defendiendo la camiseta blanquiazul.
Esto último no es un dato menor si tenemos presente que Pablo Íñiguez (Burgos, 1994) queda libre el próximo 30 de junio: juega en el Hércules en calidad de cedido por el Reus, pero el descenso administrativo de los rojinegros libera al futbolista del año de contrato que le restaba con ellos. Su momento de forma es más que óptimo; es uno de los pilares del equipo de Lluís Planagumà, concretamente de la defensa, pero su asistencia a Jesús Alfaro en el gol del extremo palmerino al Logroñés de hace dos semanas pone de manifiesto que hay más fútbol en sus botas. Por todo lo anterior, no es de extrañar que sean varios los equipos de categoría superior que le siguen de cerca.
Formado en la cantera del Villarreal, en el que coincidió con Planagumà, la llamada del Hércules le cogió en Manises, cuando se disponía a subirse a un avión para viajar a Estados Unidos en compañía de su padre. Acababa de cerrar un curso en Segunda División A con el Reus, en el que no había sido protagonista por lo que la opción del club blanquiazul resultaba muy tentadora, brillaba tanto o más que la hoja de Tizona, la mítica espada de El Cid Campeador y que daba nombre al equipo en el que precisamente jugaba su padre cuando él nació.