VALÈNCIA. Parecía imposible. Que nunca iba a llegar el momento de irse a dormir con una victoria en el zurrón. Que detrás de una derrota iba otra y, cuando no, una debacle. Que había que alinear varios astros y conseguir una gota de sangre de unicornio para que el Levante ganara un partido. Y así fue, más o menos. Tuvo que marcar Soldado su primer gol en Liga este curso, tuvo que reaparecer el Aitor salvador de siempre, el VAR, el Ciutat, el primer "¡Quico, vete ya!" de la grada en doce años y una pizca de fortuna para por fin añadir tres puntos al casillero.
Orriols respiró este sábado. Alessio era la viva imagen del estadio al completo cuando llegó el 1-0 y miraba al cielo mientras prácticamente convulsionaba. Los gritos de esperanza se escucharon en los aledaños del coliseo granota mientras el equipo celebraba el triunfo como cuando alguien cumple un sueño. Y es que los últimos nueve meses han sido una auténtica pesadilla para el levantinismo que no tiene por qué haber terminado aquí. El camino del Levante hacia el milagro no ha hecho más que comenzar mientras los 11 puntos de la tabla mantengan la permanencia todavía a cierta distancia.