VALÈNCIA. En el momento social más caldeado de la última década en el Levante -y una de las tesituras más calientes del siglo en Orriols-, el Ciutat de València será un escenario clave. En todo. Para dictar sentencia respecto al presidente, Quico Catalán, que prácticamente suplicó el apoyo al club en la actual situación; y también como clavo al que agarrarse en la imperiosa necesidad de los chicos de Alessio Lisci de ganar por fin un partido. Las dos próximas jornadas -con permiso del encuentro aplazado en el Metropolitano por la disputa de la Supercopa por parte del Atlético de Madrid y a la espera de que pase la eliminatoria copera que tienen este jueves los colchoneros- serán en suelo granota y contra rivales de la liga del Levante. Mallorca y Cádiz pasarán por el Ciutat y en los planes de la entidad solo está que para ellos sea como pasar por el dentista. Sacar seis de seis.
Sin embargo, la hinchada levantinista ya demostró su sentir en la noche del lunes, cuando la expedición regresó de Villarreal con cinco goles en el saco. El careo con el entrenador y los capitanes, además de algunos otros futbolistas que se quedaron al bajar del autobús a diferencia de otros, que se marcharon rápidamente del barullo, fue un extracto del pesar del levantinismo en las actuales circunstancias. A pesar del discurso que Quico Catalán pronunció el pasado martes y del hecho de que el presidente anunciara la posibilidad de que no continúe en el sillón la próxima campaña, el gran foco del encuentro del sábado volverá a estar en la grada. Las 24.500 butacas disponibles del Ciutat todavía no se han llenado este curso, la máxima entrada se dio en el derbi con unas 18.000 almas y no todas ellas granotas, pero ha sido ruidosa la furia del levantinismo en más de una ocasión. La más destacada, en el 0-3 frente al Granada.