No está la cosa para muchas fiestas, la verdad. España anda revuelta porque es incapaz de resolver el puzle de Montesquieu, a pesar de que solo tiene tres piezas. Da la impresión de que volverán las restricciones en cuanto se den cuenta las instituciones sanitarias de que controlar la presión hospitalaria está bien, pero auscultar de vez en cuando el corazón de la atención primaria es fundamental. El odio a la diferencia parece más descontrolado que el virus y su antídoto, la educación, está todavía en fase experimental desde que podaron la rama de las letras para dar salida a un mercado laboral que los menores de 30 años no saben ni dónde está. Mueren de una sola tacada Tico Medina, Raffaella Carrà y Richard Donner, maestros, cada uno en lo suyo, de la evasión y el entretenimiento que tanta falta hacen para volver a montar sin herramientas clínicas el armazón de nuestra salud mental. Arde Canadá y las noches tropicales se nos multiplican en el Mediterráneo. Menos mal que Toni Cantó ha decidido defender el segundo idioma materno más hablado del mundo, el tercero en uso en internet. Si no, quedaríamos a merced de Nimrod y sus huestes de la torre de Babel. Que, como todo el mundo sabe, es lo más acuciante en estos momentos.
Urge parar, como recomendaba Mafalda. Cada uno de nosotros necesita que el resto se vaya de vacaciones. Con precaución, naturalmente, pero de vacaciones. Tender a la pausa, como los buenos delanteros centro cuando se internan en el área pequeña. Pensar, recapacitar, despresurizar. Dejar de imaginar que el mundo es tal como lo vemos nosotros y no como lo compartimos con los demás. Porque esto se nos está escapando de las manos. La única otra solución posible es una buena erupción de un buen volcán. Según me contó el catedrático Jorge Olcina hace unos años, una inmensa capa de cenizas que envolviera la Tierra rebajaría la temperatura media del planeta. Dormiríamos mejor. Estaríamos más tranquilos. Tendríamos material abundante para enzarzarnos en redes sociales y, así, no entraríamos a discutir lo indiscutible, como los derechos humanos, por ejemplo. Nos centraríamos en lo importante. Pausa o volcán. Creo que tenemos más a mano el asueto, ahora que Garamendi se inclina a babor.
Dejemos que el ejecutivo, el legislativo y el judicial busquen otra vez su espacio. Demos días libres en abundancia al personal sanitario, que lo tiene más que merecido. Busquemos un lugar fresco y una brisa nocturna para dejar aparcados los vehículos de combustión fósil y los aires acondicionados. Salgamos a conocer otras realidades que engarzan perfectamente con la nuestra. Bailemos como locos con la Carrà. Pesquemos, leamos, descendamos rápidos en kayak, volemos en globo aerostático, empeñémonos en arreglar eso que tanta falta hace en casa. Respiremos aire puro. Aburrámonos como niños de visita a un familiar lejano. Nuestro futuro está en frenar en seco para recuperar la sensatez o en que Elon Musk y Jeff Bezos encuentren la manera de colonizar el espacio exterior. Si no, siempre podemos apelar al Teide. Aunque ya les adelanto que muy despierto no parece.