Quizás las sneakers que lucía Alberto Núñez Feijóo el miércoles en Alicante sean una premonición. No era domingo. Del 23J nos queda menos por saber. Pase lo que pase, lo que si claro es que las elecciones marcarán un cambio de ciclo. Son muchos elementos nuevos que entrarán en liza a partir del lunes.
El primero, saber si Nuñez Feijóo rompe la política de bloques, esa que todavía le ha permitido formar gobiernos allí donde el PP no sumaba más que la izquierda. Eso es lo que dijo el aspirante el lunes por la noche -esta sí que parecía de verdad; otra cosa es que lo consiga- en el cara a cara frente a Sánchez y que repitió en Alicante. Ahora, el debate a siete del jueves nos deparó todo lo contrario: puede gobernar el bloque que alcance la mayoría absoluta. Todo lo que no sea eso, huele a repetición electoral. O ajustes de cuentas con compensación en otros territorios.
El segundo, simplificación del panorama político. Amortizados Ciudadanos y Podemos, esto es cosa de cuatro, y los partidos nacionalistas/independentistas. Será mucho más sencillo. Ahora bien, que el PP sólo pueda pactar con uno (o muy pocos) no es un problema del sistema, por mucho que Feijóo nos quiera hacer ver. Sobre todo, cuando él ha ejercido la política de bloques para tejer gobiernos locales y autonómicos y reconducir liderazgos desafiantes, como el de María Guardiola.
El 28M dejó clara una cosa: la hípermovilización de la derecha y la sangría de votos que se dejaron los partidos de izquierda del PSOE. El dilema del PP ahora es saber si le hará falta Vox para sacar un investidura o quién sabe si algo más. Como se vio el miércoles en Alicante -dos días después del cara a cara-, las bases y cargos del PP están muy ilusionados. Ven el partido ganado. Dio la sensación que más que Feijóo, que posiblemente también, pero que sigue sembrando dudas con las dificultades que generan altas temperaturas y el voto por correo en esta cita electoral.
En la izquierda, la incógnita es contrarrestar con más movilización. Al PSOE no le vale con aguantar el tipo: necesita un buen resultado de Sumar y de los socios de la investidura. Como se ha dicho en otra ocasión, necesita más de 70% de participación para que haya partido. En el cuarteles socialistas se agarran a esa movilización extra que pueden generar los pactos PP-Vox. En Sumar han detectado que la plataforma ha logrado reenganchar a mucho de los primigenios votantes de Podemos. ¿Será suficiente? El dato de participación de las 20 horas del 23J nos lo dirá.
Ahora bien, pase lo que pase, va a haber cambio de ciclo. Primero, por la presumible victoria del PP y si logra formar gobierno, en solitario o con Vox; la izquierda se verá abocada a revisar liderazgos, inclusive el de Pedro Sánchez, aunque el 23J le dejara con vida. Lo mismo sucederá en el PSPV: el único clavo ardiente que tenían los socialistas valenciano era la Diputación de Valencia. Sin el Príncipe (Fernández Bielsa) en la poltrona, el abanico de posibilidades se abre mucho más.
Un resultado bueno de Sumar -que sería sacar más diputados que Podemos, aunque fuera en la posición- obligará a transformar la plataforma en organización política, como parece previsto. Yolanda Díaz, que viene del PCE y de EU, sabe que sin una organización trasversal, con implantación en todos los territorios y estructuras sólidas, no hay nada que hacer. El problema es mantener a todos los partidos que la integración con cierta disciplina. La Comunitat Valenciana será una réplica de ello, pues marcará si el espacio sigue unido bajo la tutela y la marca de Compromís, como en esta cita.
Pues aunque gane el PP -como dicen todas las encuentas-; con o sin Vox en el Gobierno, todo eso pasará. Y si no, también. Y si hay debacle, se acelerará. Vamos camino de un nuevo ciclo, incluso con los debates televisivos: la única duda es la vigencia de los bloques.