Con gran regocijo mediático y optimismo generalizado se ha aplaudido esta semana la visita del conseller de Cultura, Vicent Marzà, para anunciar que Alicante será el almacén de obras de arte en reserva del Consorcio Valenciano de Museos, entidad que dirige José Luis Pérez Pont, presente en el visitazo, lo mismo que la conservadora del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA), Rosa Castells. Notición a toda pastilla. Para Alicante, un almacén. Centro Logístico, que queda más fino, y que se ubicará en una de las naves de la antigua Ciudad de la Luz (Distrito Digital, también en la línea de la fineza). No quiero ser pepito grillo, pero bueno: con que poco nos conformamos.
Y no porque no haga falta un espacio amplio para estos menesteres: los problemas del MACA en este sentido son casi de juzgado de guardia; los del Consorcio, que tiene sus fondos en Ribarroja, los desconozco. Por cierto: el concejal de Cultura, Antonio Manresa, dice que ya había formulado esa petición, pero que no le hicieron ni puñetero caso. Donde manda conseller, no manda marinero. Tampoco se sabe, de momento, si a Marzà le van a hacer caso los de Distrito Digital, es decir la Conselleria de Innovación, la de Carolina Pascual y la de Antonio Rodes, director éste último de Proyectos Temáticos de la Generalitat. Me barrunto indiferencia.
Al grano: resulta preocupate que una noticia de mera logística pudiera ser percibida como un gesto de descentralización cultural o como un acontecimiento cultural en sí mismo. No. Es como si mañana Mercavalencia anuncia que traslada a Alicante sus naves de congelado: pero es que no sirve la comparación. ¡Qué digo! Lo del congelado son puestos de trabajo. El almacenazo, o almacenito de Marzà no sé exactamente lo que crea: resuelve una necesidad urgente. El caso es hacerse el fotón (Marzà) y puentear de paso al alcalde Luis Barcala (que también tiene su distrito digital por cierto, Alicante Futura) y al concejal de Cultura, reforzando ese clima de toxicidad y de animadversión que mantienen Ayuntamiento de Alicante, desde que gobierna don Barcala, y la Generalitat, gobernada por el tripartito de izquierdas desde 2015.
Podríamos buscar culpables de esos permanentes desencuentros; no solo con el Consorcio de Museos, también en el Teatro Principal donde todo apunta a que esta legislatura va a concluir con la dirección interina de María Dolores Padilla, lo mismo que va a concluir con el hecho, sorpresivo donde los haya, de que el MACA no tenga la figura de director puesto que Castell es conservadora: ella, que si se lo hubiera propuesto estaría en estos momentos en la dirección del IVAM . El alcalde no quiere que la izquierda botánica meta mano en su patio, y la izquierda botánica echa todo los pulsos posibles, algunos confesables, otros inconfesables, los mismos que echa el regidor. Un bucle.
Alicante tendrá, aunque vaya usted a saber, una despensa de obras de arte y eso hay que celebrarlo con cava y un fotón. Lo que no tendrá Alicante, por todo lo expuesto, es una línea de colaboración, coherente, con la Generalitat para dirimir sobre el futuro del cine Ideal, que se caerá a trozos por culpa de la intransigencia de unos burócratas, o para la reconversión de los depósitos de La Británica en un espacio/hito cultural. O, sin ir más lejos, para una operación de calado (de calado, repito) como es la ampliación del MACA, donde el Ayuntamiento va a destinar medio millón de euros en un primer impulso.
¿Por qué no entra el Consell en este proyecto, necesario donde los haya, que podría resituar al MACA en el top diez de los espacios de arte contemporáneo en España? Y más ahora, con la donación en ciernes de la colección de Michael Jenkins y Javier Romero donde hay obras, nada más ni nada menos, que de Joseph Beuys y Louise Bourgeois. Casi que no me lo puedo creer. Tal vez se esté negociando (lo dudo) o tal vez ni se ha planteado: tú en tu patio, y yo en el mío. Solo faltaba que Marzà nos robe el MACA. Y Rosa Castell nadando entre dos aguas, siempre al filo de la navaja.
Me recuerdan estas polémicas cansinas a los años en los que se gestó el Auditorio de la Diputación de Alicante (Adda) en tiempos del popular José Joaquín Ripoll, una idea que contó con todos los boicots habidos y por haber por parte del entonces presidente de la Generalitat, el popular Francisco Camps. ¡Qué guerra! Y qué tardes de gloria a cuenta del odio entre las facciones del PP. Bueno: entonces se batallaba por una instalación cultural que en estos momentos es el santo y seña de la provincia de Alicante, testimonio estético además de Juan Antonio García Solera, junto con el Museo Arqueológico que impulsó Julio de España. El nivel está ahora está mucho más bajo, con algunas décimas de sordidez: el almacén, metáfora perfecta de la vacuidad.
Me pregunto en este contexto si Carlos Mazón alberga la convicción política de financiar un palacio de congresos en Elche, a mayor gloria del alcalde ilicitano, el socialista Carlos González. O, según se mire, a mayor gloria de quien sea candidato del centroderecha en 2023 en Elche (posiblemente Pablo Ruz, no hay nadie más a mano, de momento). Ya sabemos que en política nadie da puntada sin hilo. El caso es que llevan meses y meses enredados porque no se ponen de acuerdo en la ubicación. Y lo que te rondaré. Nada que ver con la extrema agilidad del CEU de Elche que dirige Paco Sánchez y que acaba de lanzar una opa para la compra del edificio de Zara, en pleno centro, dejando fuera de juego al Consistorio y a la UMH.
CODA: El diario Información ha dado el pistoletazo de salida para removerle el puesto a Paco Sanguino, candidato del PSOE en las últimas elecciones locales y ex director del Teatro Principal. La ungida, que ya se barajó en 2019, es Ana Berenguer, persona con un curriculum de tronío y de los Berenguer de toda la vida (si hay un personaje vip por excelencia en el PSOE alicantino, ése es Luis Berenguer Fuster). Abierta la veda, solo quedan dos años de inestabilidad y disgustos (más aún) en el grupo municipal.