La edición de 1985 del Salón del Cómic de Angoulême contó con una destacada participación valenciana a través de una muestra que reunió el trabajo de seis autores
VALÈNCIA. El cambio de década entre 1970 y 1980 marca también el paso al profesionalismo de un conjunto de autores de cómic que conformará la Nueva Escuela Valenciana. Seguidores y continuadores de la denominada línea clara, el grupo está compuesto por nombres como Miguel Calatayud —considerado el precursor del grupo—, Micharmut, Sento Llobell, Mique Beltrán o Daniel Torres, entre otros.
A comienzos de la década de los 80 estos autores ya cuentan con una trayectoria más o menos extensa: algunos han comenzado hace relativamente poco sus carreras, mientras otros cuentan ya con varios trabajos publicados a sus espaldas. Un rasgo común de estos autores es la colaboración con revistas —Cairo, Víbora...— que contribuyen a popularizar la historieta entre el gran público. Mientras que a comienzos de los 80 el género de superhéroes se encuentra en un momento de impasse previo a editoriales como Fórum o Zinco —el manga todavía no ha aterrizado plenamente en nuestro país—, el erróneamente denominado ‘cómic adulto’ goza de amplia presencia en quioscos y estanterías de librerías especializadas como Continuará (fundada por Albert Mestres en Barcelona) o Futurama (València), tienda abierta por Manuel Molero en 1981 bajo el nombre de 1984 (en homenaje a la cabecera creada por Josep Toutain).
Con la llegada a la alcaldía de València de Ricard Pérez Casado, el consistorio se abre a nuevas tendencias creativas y visuales. El propio exalcalde lo recuerda: «Mi hermano Josep era un gran coleccionista de tebeos —de hecho, llegó a abrir una tienda en la plaza de la Reina, Totem Merlín— y yo intentaba estar más o menos al tanto de la escena valenciana del cómic. Por ello, conocía la labor de los autores que integrarían la Nueva Escuela». Uno de estos ilustradores, Sento Llobell, se vincularía con mayor medida al Ayuntamiento gracias a diseños para fallas municipales, y posteriormente, mediante el Parque Gulliver, con la colaboración del arquitecto Rafa Rivera y el artista fallero Manolo Martín.
Como recuerda Pérez Casado, una de las personas fundamentales para entender la nueva relación entre consistorio y cómic sería Toni Paricio, por aquel entonces editor de publicaciones del Ayuntamiento de València, que pasaría más tarde a la Diputación. Daniel Torres, quien en 1985 ya había acudido en tres ocasiones al Salón de Angoulême —contaba en Francia con dos álbumes publicados—, señala que «la figura de Toni Paricio fue en los primeros ochenta muy importante para mostrar una nueva imagen pública de la ciudad, ya que bajo su responsabilidad descansaban carteles y publicaciones oficiales».
Pérez Casado advierte: «Además del panorama local, estábamos al tanto de citas como el Salón de Angoulême», que ya por entonces era una de las principales convenciones de cómic en Europa, con espacios anuales dedicados a ciudades invitadas.
Desde el Ayuntamiento se contactó con la dirección del salón de cara a una posible colaboración en la edición de 1985. Pedro Porcel, erudito del tebeo, mantenía en aquellos años una editorial independiente —Arrebato— junto con Juanjo Almendral. Posteriormente ambos abrirían el bar Continental en compañía de Manolo Molero. El trío fue contactado para trabajar en una muestra que se exhibiría en Angoulême. «Contactó conmigo Toni Paricio», recuerda Molero, «con la finalidad de seleccionar autores valencianos para una exposición conjunta en el salón. Escogimos a los que tenían más presencia en revistas como Cairo o Víbora».
La exposición, Valencia Vignette reuniría a seis autores en el Hôtel de Ville: Nacho Balaguer, Miguel Calatayud, Sento Llobell, Daniel Torres, Micharmut y Mique Beltrán. Este último fue uno de los autores representados en la muestra, pese a no atisbar con claridad por entonces su sentido final: «En aquella época yo entendía el tebeo como un medio narrativo, por lo que no comprendía demasiado bien la finalidad de colocar una página en un marco. Una exposición no era un vehículo para contar una historia. De hecho, creo que no llegué a pasar por la exposición, pese a viajar hasta Angoulême». Para Molero, «un chaval de poco más de veinte años que había abierto una librería por la que nadie daba un duro», la presencia de estos autores en el salón supuso «un espaldarazo para su carrera en Francia».
Sento Llobell recuerda perfectamente las reuniones previas con Toni Paricio, de las que nació no solo la exposición, sino una serie de catálogos, bajo el título València Copyright, dedicados a cada uno de los autores participantes en la muestra. Aquellos catálogos, de 28 páginas, contenían muestras del trabajo de cada autor, bibliografías e incluso fotografías de unos ninots realizados exprofeso por el artista Manolo Martín y que representaban célebres personajes, como Cleopatra o el detective Claudio Cueco. La relación entre Martín y Sento Llobell se hizo más estrecha gracias a esta colaboración, como apunta el propio autor: «Yo por aquel entonces vivía en Alcoy y acudía hasta València a las reuniones previas al salón. Con Toni Paricio ya existía una colaboración previa, ya que me había encargado tiempo atrás Valentín, el primer tebeo oficial editado por el Ayuntamiento para explicar la ciudad a los niños. Manolo Martín, por su parte, me devolvía las visitas para mostrarme el progreso de los ninots que se exhibirían en Angoulême». En una de estas últimas reuniones Martín propuso a Llobell trabajar juntos en la falla municipal que vería la luz pocos años después.
Manuel Martín Jr. rememora la relación de su padre —quien también viajó al salón acompañado de su hijo Ferran— con los autores de la Nueva Escuela Valenciana: «Mi padre, a principios de los ochenta, comienza a tener una relación estrecha con dibujantes de la Nueva Escuela, especialmente con Sento o Torres. Los ninots estaban basados en personajes ya creados, por lo que no se vio obligado a inventar nada que no estuviera presente en los cómics, que además proporcionaron una información gráfica muy exacta». Como aquellos ninots no estaban destinados al fuego, Martín no empleó corcho sino cartón con resina de poliéster, una combinación que ha permitido a las figuras aguantar el paso del tiempo. Cabe recordar que los ninots diseñados en el taller de Manolo Martín fueron recuperados para ser exhibidos de nuevo en la exposición Valencia Línea Clara que se inauguró en el IVAM en 2016.
Aquella edición, que contó con la presencia del presidente Mitterrand y el ministro de Cultura, Jack Lang, tuvo un marcado acento español, ya que además de la muestra colectiva dedicada a autores valencianos, el divulgador Joan Navarro fue invitado a ofrecer una charla en torno al panorama del cómic en nuestro país, y el artista Ceesepe gozó de otra exposición propia. El madrileño había visto editado un par de años antes en Francia Barcelona by night.
La presencia de los autores valencianos en Angoulême no estaba solo relacionada con su actividad en torno al cómic. Como apunta Daniel Torres, «desde Francia estaban interesados en el ambiente cultural de estos primeros años de democracia. Los autores de cómic, por la consideración que tiene la historieta en Francia, éramos un referente para conocer qué sucedía en la sociedad española desde el prisma cultural tras abandonar una dictadura. Lo cierto es que la participación en el salón me ilusionó especialmente. Era el festival de mayor prestigio en Europa y sentí aquel viaje como una reválida».
Pese a este interés, Pedro Porcel puntualiza: «En aquel momento existía cierto desconocimiento general sobre los autores valencianos. Tan solo sonaba Daniel Torres, por su inclusión en Cairo y trabajos editados en Francia. Sento y Micharmut gustaron mucho, pero curiosamente Calatayud, técnicamente el más interesante desde el punto de vista técnico, pasó algo desapercibido».
Algunos de los autores se desplazaron hasta Angoulême en coche particular, otros no efectuaron el viaje —Calatayud o Sento, este último con un hijo recién nacido—, mientras que el resto de los participantes subieron a un autobús fletado por el Ayuntamiento de València y encabezado por el concejal de Cultura, Vicent Garcés, junto con Toni Paricio —quien llevó caliqueños al viaje— o Enrique Real y Juanma Álvarez, de la Concejalía de Ferias y Fiestas.
Aquel bus hizo parada en Barcelona para recoger a pasajeros como Albert Mestres, de la librería Continuará. Mestres había acudido a Angoulême desde el año 1981 y en 1984 ya gozaba de stand propio —único español— tras haber pasado por otros salones como el de París. «Durante la charla de Joan Navarro», rememora Mestres, «la mitad del público era español, con una gran presencia de valencianos. El público procedente de Madrid llegaría a Angoulême en ediciones posteriores, gracias al impacto de revistas como Madrid. Recuerdo aquel viaje muy bien, con compañeros de asiento como Mique Beltrán, Micharmut e incluso Ana Juan».
Además de autores y políticos, el variopinto bus acogió falleras vestidas para la ocasión con el traje regional, y en el maletero, además de tebeos, se amontonaron kilos de naranjas e incluso una traca, que al dispararse tras una cena atrajo la atención de varios gendarmes alarmados.
La presencia valenciana en Angoulême 1985 no prescindió de ningún componente folklórico: hasta Galbis se desplazó a la ciudad francesa para cocinar una paella gigante para quinientas personas. Y es que las paellas, como los tebeos, no se hacen en ningún sitio como en València.
* El artículo se publicó íntegramente en el número 93 (julio 2022) de la revista Plaza
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