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Paqui tardó 50 años en encontrar su trabajo ideal

VALÈNCIA. Paqui Pedro era una de tantas personas que pensaba que trabajar era un rollo. Un mal necesario. Y se revolvía cuando leía una de esas frases de azucarillo tan repelentes. «Elige un trabajo que te guste y no volverás a trabajar en tu vida». ¡Anda ya! Por eso un día lo dejó todo y se puso a cobrar el subsidio para mayores de cincuenta y dos años. No aguantaba más. Paqui, entonces, se compró una modesta máquina para bordar. Necesitaba un entretenimiento en su nueva vida. Hasta que llegó la pandemia. Durante el confinamiento, al ver que había escasez de mascarillas, se encontró un vídeo que explicaba cómo fabricar una. Compró tela TNT (tejido no tejido) y se puso a hacer mascarillas para diferentes colectivos. Un día vio en las redes sociales que la Policía Nacional de Gandia no tenía esta protección contra la covid y se puso manos a la obra. Su marido, Lucio, la vio trabajar y le hizo una propuesta: «Paqui, ¿por qué no le añades la bandera de España que llevan los Nacionales?». Y lo hizo.

Aquello le cambió la vida. A través de las redes sociales, miembros de otros cuerpos le pidieron algo parecido. Y aquello se disparó. Al final de la pandemia, Paqui había hecho, o, más bien, había regalado, ocho mil mascarillas. Un confinamiento consagrado a la solidaridad. Aún no había acabado 2020 y recibió una propuesta que no esperaba. Los bomberos de El Barco de Ávila le pidieron un parche. Ella no había hecho ninguno y no tenía ni idea de cómo se hacían. Pero, como no dejaban de insistirle, pensó en una solución. «Les pedí un dineral, siete euros por parche, cuando lo normal son cinco, y así seguro que me dejaban en paz. Pero al día siguiente me habían encargado ciento cuarenta parches…». Sin darse cuenta, estaba eligiendo el oficio que iba a hacer que no volviera a trabajar en su vida. Les tuvo que cobrar casi mil euros por el encargo y eso le dejó mala conciencia. «Los bomberos habían pagado porque habían querido, pero a mí me quedó la sensación de que les había cobrado más de lo que tocaba, así que, en cuanto pude, les compensé».

Ahora Paqui Pedro se pasa el día en un espacio que tienen ella y su marido en el terrado, acotado y cubierto, como si fuera un loft, donde hace los parches para colectivos de toda España. Tanto le gusta que está trabajando un festivo. Tiene muchos encargos y necesita aprovechar cada día. Al fin es feliz en el trabajo. Y, encima, es su jefa. Paqui, a excepción de esos pocos años que pasó cobrando la pensión, lleva toda la vida en el tajo. Su padre murió de un cáncer cuando ella tenía solo tres años. Aquel hombre era fotógrafo y su mujer heredó el negocio. Una madre que se deslomó por sacar adelante a sus tres hijas. Hacía de fotógrafa y limpiaba en varias casas para salvar económicamente a su familia.

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