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La València de Ribó vs. la Valencia de Catalá

  • FOTO: KIKE TABERNER

VALÈNCIA. La premisa era clara: eliminar espacio para los coches entorpecería su circulación, desincentivaría su uso al estrangular el tráfico y el aparcamiento y, con el propósito de reducir la contaminación, de paso, se reciclarían los entornos urbanos y mejoraría la calidad de vida de vecinos y visitantes. Este principio vertebró las actuaciones urbanísticas del gobierno municipal de Joan Ribó entre 2015 y 2023. El ejecutivo local de Compromís y PSPV —junto a València en Comú el primer mandato— concibió numerosas peatonalizaciones, bulevares verdes y cambios en la movilidad, en ocasiones, con la resistencia de asociaciones y comerciantes que, además de cuestionar la falta de participación en algunas decisiones, no veían clara todavía una alternativa realista al vehículo privado.

Llegadas las elecciones, algunas iniciativas ya se habían llevado a cabo, véanse las reformas de la plaza de la Reina o el entorno del Mercado Central, pero otras no habían superado todavía la tramitación administrativa. Incluso en ciertos casos, no había ni proyecto y las ideas ni siquiera pasaron de anuncio preelectoral. Eso sí, con llamativas simulaciones visuales que promocionaban la València que vendría si la izquierda seguía dirigiendo la alcaldía y las concejalías de Movilidad y de Urbanismo. Como bien es sabido, no ocurrió. Y la nueva alcaldesa, la popular María José Catalá, que en el mandato anterior había fiscalizado todas estas ideas desde la oposición, se entregó serena, pero firme a una pensaeta. Un proceso de reflexión para desechar todo lo que no representara su modelo de ciudad, en el que la movilidad sostenible, hay que destacar, no constituye tanto un principio radical para modificar los hábitos de la ciudad, sino un cambio progresivo para acompañar las necesidades de sus vecinos.

No es de extrañar, por tanto, que nada más acceder al gobierno del Cap i Casal, una de las primeras decisiones del Partido Popular fue revertir los cambios implementados por el anterior edil de Movilidad, Giuseppe Grezzi, en la céntrica calle Colón, una de las vías comerciales más importantes de la ciudad. Así, devolvió los dos carriles al vehículo privado donde se había dejado uno, y desbloqueó el principal acceso para coches desde la Porta de la Mar, que se había restringido. Una promesa electoral que no por anunciada fue menos simbólica: iban a cambiar muchas cosas. Y así ha sido. En poco más de un año, ya se ha decidido que algunos planes dormirán el sueño de los justos y otros saldrán adelante con notables variaciones, todavía sin acabar de definir.

Una nueva plaza del Ayuntamiento

El ejemplo más paradigmático es el de la plaza del Ayuntamiento. El gobierno de Ribó, con la concejala Sandra Gómez al frente del departamento de Urbanismo, hizo una criticada peatonalización blanda a la espera de la obra definitiva. Para esbozarla, convocó un concurso cuya idea ganadora, redactada por el arquitecto Miguel del Rey, quiso cambiar Catalá desde el principio, pese a reconocer el «trabajo excelente» de los redactores, que permitiría «sentar las bases» de la actuación final.

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